viernes, 28 de agosto de 2009

Teclados y palabras


Cuando se me ocurre este título para la entrada no puedo dejar de recordar una melodía de una Romanza o Canción sin palabras, de Mendelssohn, uno de los compositores más notables del romanticismo, de formación sólida y rigurosa, además de excelente pianista. Cuando escribo “formación sólida y rigurosa” a mí me llega una imagen: la cara de un profesor que tuve en 2º o 3º de Grado Medio. Era alto, moreno, con el pelo muy corto: atractivo, decían mis compañeras de Lenguaje Musical. Se llamaba Gonzalo. Era temido por todo el Conservatorio debido a su dureza con los alumnos y a su mano de hierro a la hora de calificar. Legó a decirme una tarde que no había preparado con demasiado ahínco unos pentagramas de una sonata de Beethoven: Óscar, si ves que te cuesta mucho compaginar las cosas y que no te gusta demasiado estudiar piano, si es demasiado para ti, ¿por qué no te planteas dejarlo? Yo, un muchacho tímido, pero conocedor del arte de la ironía, y más o menos de lo que era capaz, en un acto reflejo que iba a contrastar mucho, quizás demasiado, con la dureza y seriedad de aquel joven profesor, me eché a reír. Gonzalo no pudo evitarlo, sabía que lo que acababa de insinuar estaba fuera de lugar y que solamente era una estrategia para intentar fomentar el estudio de un par de pentagramas más para la semana siguiente; me puso su mano en mi espalda, gesto de camaradería, de cercanía entre profesor y alumno, y forzosamente nos reímos ambos. Fue gracioso; era humano. Recuerdo incluso con cariño su empeño y tesón. Aprendí mucho con él. El planteamiento de sus clases era interesante: desmenuzábamos las obras frase por frase hasta que próximos al final de la hora que teníamos, interpretábamos, normalmente yo, las piezas enteras (todo lo estudiado). El piano inculca disciplina. Yo haría obligatorio su estudio, como una nueva “mili”. Una de las cosas que siempre admiré de Gonzalo fue que nos obligó absolutamente a todos sus alumnos a leer en las navidades del año en el que tuvimos clase con él tres libros sobre el piano y su arte. Ayer los encontré y volví a ojearlos. Contenían todos los defectos, y el modo de evitarlos, que los profesores estuvieron más de diez años intentando eliminar. Los leí pero sin entenderlos del todo. Tendría 13 años. Un problema, un tanto grave, que yo tenía (ya no) era la tarea de memorizar todas las composiciones y mantenerlas en un alto grado de perfección interpretativa. En uno de los libros, Claves del teclado, Andor Foldes 1982, se dice:

La memoria musical puede ser netamente auditiva: es decir, una memoria que recuerda, ante todo, los sonidos mismos- tono, altura, timbre. Puede ser visual: la persona recuerda que cierta pieza comienza en la página de la izquierda, o que hay que dar vuelta la página al llegar a un determinado compás que contiene ciertas notas. O puede estar compuesta de reacciones mecánicas, musculares y nerviosas. La última- la llamada “memoria digital”- es la clase de memoria que nos permite recordar los movimientos que requiere la ejecución de una pieza determinada, o la digitación de un pasaje difícil quizá mucho tiempo después de haber olvidado todo lo demás conectado con él.- La memoria se vuelve muy pronto un hábito, una grabación físico-mental automática. Algunos de nosotros quizás tengamos magníficas memorias mecánicas, si bien nuestros sentidos auditivo y visual no funcionen tan perfectamente. Por otra parte, podemos, pertenecer en primer lugar al tipo visual, pero al mismo tiempo poseer una tendencia hacia lo auditivo o mecánico. Las condiciones más propicias se presentan, por supuesto, cuando se posee los tres tipos de memoria en forma pareja, quizás con un porcentaje algo mayor del más importante de ellos, el tipo auditivo”.


Decía algo más que ya me sorprendió con trece años (estaba subrayado con bolígrafo):
Las notas forman parte de un lenguaje, un lenguaje musical que debemos aprender tal como aprendemos el francés o el latín en el colegio. Es posible que sólo con el fin de recitarla una vez ante el maestro en una ocasión especial, pero no permanecerá en nuestras mentes a menos que sepamos su significado. Lo mismo ocurre en música; debemos saber qué es una sonata, una fuga, o un estudio, antes de memorizarlos.


Otro de los libros La moderna ejecución pianística escrito por el fundador del Conservatorio de Hannover, Karl Leimer en 1930. Todo el son ejemplos y clases teóricas sobre esos ejemplos. Contiene también valiosos consejos e ideas como la siguiente sobre un temor que algunos jóvenes músicos albergan, de este yo me desmarco un poco. Nunca, hasta ahora, me he sentido demasiado nervioso o impaciente por el público o a la presión. Escaso sentido del ridículo:

La mayoría de los profesores hacen estudiar las obras a sus alumnos sólo a medias. Contrariamente a ese criterio puedo afirmar lo que sigue, en base a mi experiencia y comprobación de años: Los mayores progresos, tanto en el sentido técnico como en el musical habrían comenzado precisamente a partir del momento en el que la mayoría de los maestros hacen suspender al alumno el estudio de una pieza para iniciar el de otra, a pesar de que en la anterior había todavía mucho que aprender, y quizás lo más importante. Los maestros cambian la pieza porque creen que de otra manera el interés del alumno decae. Pero precisamente el sutil trabajo de perfeccionamiento de todas las partes de una obra es lo que proporciona las mayores ventajas y el mayor provecho, y asegura a la vez los mejores progresos. Cuando la mayoría piensa que han terminado con una pieza, comienza recién el importantísimo trabajo de entrenamiento del oído y con ello el momento en que el alumno bien dotado musicalmente llega a interesarse al máximo en el estudio, debido al trabajo de perfeccionamiento de los detalles. Sólo entonces alcanza a concebir las ilimitadas posibilidades de mejoramiento y de progreso. Empieza a vivir la composición al penetrar todas sus finezas, que, como lo he comprobado, despiertan en él una gran alegría y placer en la práctica de la música, y cuya observancia le otorga una casi absoluta seguridad en la ejecución, de modo que a menudo llega a perder totalmente la sensación de temor ante el público.

Al leer sobre conciertos y sobre público recuerdo también el concierto de fin de curso con éste exigente profesor. Quería que ninguno de nosotros estuviese entre el público durante el transcurso del concierto y nos recluyó a todos en un aula contigua a la sala de conciertos. Ese día uno de los concertistas nos recomendó al resto que para liberar tensión justo antes de tocar, hiciésemos un par de flexiones. Aquello era un tanto ridículo (supongo que Gonzalo no estaba al tanto). Una chica, Laura, se llamaba, estaba demasiado nerviosa, recuerdo todavía su pálida tez. Le temblaban hasta las orejas. No quería tocar (y eso que lo hacía muy bien), iba casi obligada. Yo iba antes que ella y pude, por lo tanto, contemplar su actuación. Se levantó en mitad de su actuación por sus reiterados fallos (recuerdo que había muchas escalas ascendentes que llegaban casi al cielo en su obra) y porque su mente estaba tan pálida como su cara esa noche. Gonzalo, inmune a todo, permaneció sentado en su silla, golpeado por todas las miradas de la sala. Cuando se cerró la sala de audiciones nos felicitó a todos comentándonos algunos errores, de paso, y alguien le informó de que Laura estaba encerrada en el baño llorando. Sus palabras fueron: “que llore, que llore, que le viene bien”. Me gustaba mucho aquel profesor, no por sus palabras para con la chica, sino por sus ideas, por su cinismo, por su cultura, su ironía, e incluso, en ocasiones, sentido del humor. Por cierto, todo esto lo escribo porque acabo de encontrar una hoja llena de libros que él me recomendó que leyese. La había olvidado completamente, pero la mayoría ya los leí. También hay algunas películas.

Empiezo la casa por el tejado, hago las entradas del revés.

miércoles, 26 de agosto de 2009

Cavafis, Viaje a Itaca

Cuando emprendas tu viaje hacia Ítaca
debes rogar que el viaje sea largo,
lleno de peripecias, lleno de experiencias.

No has de temer ni a los lestrigones ni a los cíclopes,
ni la cólera del airado Posidón.
Nunca tales monstruos hallarás en tu ruta
si tu pensamiento es elevado, si una exquisita
emoción penetra en tu alma y en tu cuerpo.
Los lestrigones y los cíclopes
y el feroz Posidón no podrán encontrarte
si tú no los llevas ya dentro, en tu alma,
si tu alma no los conjura ante ti.
Debes rogar que el viaje sea largo,
que sean muchos los días de verano;
que te vean arribar con gozo, alegremente,
a puertos que tú antes ignorabas.
Que puedas detenerte en los mercados de Fenicia,
y comprar unas bellas mercancías:
madreperlas, coral, ébano, y ámbar,
y perfumes placenteros de mil clases.
Acude a muchas ciudades del Egipto
para aprender, y aprender de quienes saben.
Conserva siempre en tu alma la idea de Ítaca:
llegar allí, he aquí tu destino.
Mas no hagas con prisas tu camino;
mejor será que dure muchos años,
y que llegues, ya viejo, a la pequeña isla,
rico de cuanto habrás ganado en el camino.
No has de esperar que Ítaca te enriquezca:
Ítaca te ha concedido ya un hermoso viaje.
Sin ellas, jamás habrías partido;
mas no tiene otra cosa que ofrecerte.
Y si la encuentras pobre, Ítaca no te ha engañado.
Y siendo ya tan viejo, con tanta experiencia,
sin duda sabrás ya qué significan las Ítacas.
No sé que es mejor, si la gente que aparenta y que busca erroneamente en rincones oscuros las peripecias y las experiencias de las que habla Cavafis, o quienes, si por ellos fuera, permanecerían quietos, rígidos, toda la vida en su Ítaca. Los primero seguro que malinterpretaron este verso "que te vean arribar con gozo, alegremente
a puertos que tu antes ignorabas".
Acabo de comprobar lo mal que emplea la juventud
la red social Tuenti.
Y surgió en mi esta poesía.
Pobre Cavafis.

Ingeniosas intervenciones

"Si me pagara lo que gasta para evitar que le roben yo no le robaría".
Paul Newman (Dos hombres y un destino) Antes de llegar a Australia.

"Todos nos volvemos locos alguna vez".
Anthony Perkins Psicosis. Después de matar.

From lost to the river y carcajada

Cuando vi el barco y cuando empezaba a aflorar el argumento recordé el popular refrán que ocupa el título de la entrada. Me refiero a la trama de la película que vi hace unos días, La Reina de África de John Huston (1951).


La Reina de África es un clásico inmortal un tanto decepcionante que contiene tres magníficas historias en una: por una parte, es una magnífica Buddy-Movie. Dos compañeros de viaje con unas personalidades radicalmente opuestas y a la postre complementarias. Rose es una dama excesivamente puritana e idealista, que me pone muy nervioso, mientras que Charlie se parece más a mi, se trata de un apátrida y muy cínico, pragmático en un elevado grado y encima alchólico. Esto ya parece El Quijote y esto es porque para hacer reír hay que buscar contrastes. En el Quijote se producía una Quijotificación de Sancho y una Sanchificación de Quijote, Rose y Charlie experimentan un pequeño intercambio de papeles. Hay una Hepburnización de Bogart (auque no es como en Sabrina) y una Bogartización de Hepburn. Al comienzo Rose agarra con temor el timón de La Reina de África. Pero acaba manejándolo como una experta marinera. Y Charlie acaba infundiendo valor al personaje de Hepburn. Quizás este tal Agee recurrió a la célebre El maquinista de La General.
La Reina de África, por su puesto, es también una atípica comedia romántica. Bogart y Hepburn forman una pareja que rompe los esquemas de las comedias clásicas. Ninguno está enamorado del otro al comienzo de la película. Ninguno es físicamente atractivo. Se insultan (¿Escuálida solterona, cantante de salmos¿). Pero el peligro une. Es la mejor manera de conquistar a alguien, se forman grandes lazos. Por último es una película de aventuras. Sus protagonistas Rose y Charlie Allnut viven una auténtica odisea plagada de obstáculos que van venciendo milagrosamente. Clint Eastwood realizaría en 1990 "Cazador Blanco, Corazón Negro" una visión algo libre pero veraz de la obsesión y amor que sintió John Huston por África; en especial por las cacerías, y la relación con los actores y equipo antes de llevar a cabo un ambicioso rodaje en el corazón de la jungla.
Por cierto, Bogart no paraba de quejarse del lugar del rodaje mientras que Katherine estaba entusiasmada con la selva. Leí en algún sitio que durante la primera mitad de los ochenta, y cuando se hacía lo que los cuarentones con dinero que controlan la moda, y en parte a la sociedad, llaman "buena tele", emitían "La Reina de África" por Navidades. Para que luego no digan la de siempre; "¡Que Bello es Vivir!". Finalmente, decir que la mejor carcajada de la historia del cine sale de las entrañas de Boggie mientras imitaba absurdamente a unos hipopótamos bajo la mirada complice y alegre de una enamorada Katherine Hepburn.

Tomavistas de Rolando Revagliatti

R.R.


Entre el año en que yo nací, 1988, y 2004 publicó catorce poemarios (Obras completas en verso hasta acá, Trompifai, Picado contrapicado, Leo y escribo, Sopita, Corona de calor, Tomavistas, Pictórica, Desecho e izquierdo, etc.), un volumen que reúne su dramaturgia y dos con cuentos y relatos ("Historietas del amor", "Muestra en prosa"). Ha sido incluido en una treintena de antologías poéticas de la Argentina, Brasil, Estados Unidos, Alemania y la India. Leo algo de él, está relacionado con el cine, el anterior Tomavistas, y me gusta.


“BUS STOP”


En la línea de mi vida concursando hallé
a caracterizada campesina
(y me hallé redimiendo atractivísimas
alternadoras en infectas tabernas)

Los muchos hombres de mi chica
los muchos
muchos hombres
los por qué tantos hombres de mi chica
y con todos
sus por qué tantos hombres
en el cercano pasado
me la llevo

Soy apenas un mocetón esquemático
e irrefrenable hallado
por mi chica en la línea de su vida.




“KEY LARGO”

“Esto no es real” en escenario tropical y
[marítimo
Edward Robinson en la bañadera
[refrescándose con un ventilador
seminoles hay, champaña no hay,

hay
[Lauren Bacall
huracán en las islas “eres tan malo tan
[malo querido”
dólares tan atrayentes como los mejores
cuánto cabe en una interminable espera
ruego por una gran ola como la de mil
[novecientos treinta y cinco
por una ira de no menos de doscientas
[millas por hora
sí que es un gran lugar para pescar
veterano
Humphrey.




THE LOST WEEKEND”

De izquierda a derecha abro mostrando
[rascacielos
me acerco a la ventana de la que sujetada
[con cordel
pende una botella

El novelista acomoda sus camisas cercado
[por el whisky
promete volver a ser
promete volver
a ser un William Faulkner
volver a ser
el constructor de “Levantad, carpinteros,
[la viga del tejado”
volver a ser
el que concibió o concebiría a Jabberwhorl
[Cronstadt
volver a ser
quien trascendió o trascendería “En dudosa
[batalla

“Volver a ser”:
filmó su novela.

lunes, 24 de agosto de 2009

El Don, Corleone.

En junio, a finales, me compre en una librería de segunda mano El Padrino, de Mario Puzo. 4 Euros muy bien empleados. Lo empecé pero no me enganchó demasiado puesto que todavía estaba inmiscuido en la trama de La Venus del Visón, de John O´Hara. Cuando acabé éste último me propuse leer con tranquilidad la obra cumbre de la mafia, cuyo autor puede ser el único superviviente que ha transgredido la ley de la Omerta, casualidad o no, título de su último libro (2000). Por momentos mi gusto e inexperto criterio desdeñaba interiormente su modo de escribir. -Demasiado parecido a Agatha Christie para mi-, me decía. Finalmente, alrededor de la página 80, cuando a Jack Woltz se le aparece su caballo tuve que reconocer que me había enganchado. Fui saboreando la deliciosa elegancia ambigua de algunos diálogos muy poco a poco, durante dos semanas. Buen libro. Quizás poco cuidado en cuanto a lo que algunos distinguen como “calidad literaria”, suponiendo que eso exista, pero inmejorable, o casi, si nos referimos a su estructura. Quizás el mejor momento sea cuando Tom Hagen le comunica al Don la muerte de su hijo Sonny. No podría olvidar, claro está, la muerte de Sollozzo y del capitán de policía McCluskey con su célebre: “He bebido demasiado vino. Siento la necesidad imperiosa de orinar”. Pero cuando uno habla de El Padrino, sin posibilidad de evitarlo, la mente se le va a la película de Francis Ford Coppola. Podríamos decir, llevados por una especie de movimiento cuyo perfil elitista nos llevaría casi a lo helenístico y a Alejandría, que una novela nunca se podría comparar a una película. Son diferentes situaciones, que buscan, y en el caso de El padrino, encuentran diferentes sensaciones en el espectador. Mario Puzo y Francis Ford Coppola logran algo que parece imposible; realizan un compendio cadencioso y armonioso, cariñoso y también amoroso entre dos artes ligadas por la historia. En la versión cínica de mi mente, en cambio, pienso que Coppola se ajustó tanto al libro porque no tenía demasiado tiempo ya que realizó el padrino para pagar unas deudas. Marlon Brando es el amo y señor de la cámara. Sin más. Al Pacino aprende de él, sin duda. La importancia de los diálogos, la creatividad de la historia, el saber encuadrar la música, la solvencia de las actuaciones y el raciocinio de saber donde filmar y donde encontrar esas imágenes gloriosas es lo que hacen que la historia enganche y que sea tan difícil convertirse en un buen director. Gran film de Coppola, el quinto de su filmografía, realizado cuando tenía 32 años. Se rueda en exteriores de New York, New Jersey, California, Las Vegas y Sicilia y en los Paramount Studios. Gana tres Oscar (película, actor principal y guión adaptado). Producido por Albert S. Ruddy que me seuena de Million Dollar Baby, Eastwood, 2004, se proyecta en preestreno el 15-III-1972 (NYC). La acción tiene lugar entre 1945 y 1958, con desplazamientos ocasionales a California, New Jersey, Las Vegas y Sicilia. En cierto modo se puede considerar que la obra constituye una versión actualizada de "El rey Lear", de Shakespeare, y también, una revisión puesta al día de "Scarface" (Hawks, 1932). Una curiosidad es que el bebé del bautizo (Michael Rizzi) es Sofia Coppola, la hija del realizador, esa gran directora. La música, de Nino Rota, ofrece un acertado tema principal, triste, melancólico y de aires fellinianos, tomado de "Fortunella", canción popular italiana. Como música añadida se escuchan fragmentos clásicos (Mozart, J.S. Bach, Verdi), clásicos modernos (Irving Berlin) y composiciones del padre del realizador, Carmine Coppola (boda). La fotografía, de Gordon Willis ("Manhattan", Woody Allen, 1979), de colores brillantes, compone claroscuros muy contrastados quizás en honor a Caravaggio, (fue un pintor italiano activo en Roma, Napoles, Malta y Sicilia, entre los años de 1593 y 1610).

El arte agiganta la polis


Alejandro Magno dañó la separación nítida, existente hasta entonces, entre helenos y bárbaros. Todos sus territorios de Asia menor, Grecia, su Oriente Mesopotámico hasta bien entrada la India y Egipto formaban, en conjunto una nueva unidad política y quizás hasta cierto punto podría decirse que “casicultural”. La democracia practicada previamente en algunas ciudades estado griegas era ahora inviable e impensable, pero quedaba vivo su recuerdo y ello puede explicar la necesidad de los monarcas helenísticos de ejecutar una política propagandística sin demasiados precedentes. Proliferaron las esculturas con representaciones divinas en las que se escondían detrás de los objetivos religiosos ciertos intereses para los promotores, casi como hoy en día. Lo que no se pudo, ni se quiso, evitar, el desarrollo entre las élites culturales de un espíritu ecuménico, del sentimiento de pertenecer a una sola humanidad. Así me explico yo la codificación de las maravillas del mundo: las pirámides de Gizeh, y el faro de Alejandría, en Egipto. Los jardines colgantes de Babilonia, en Mesopotamia. El templo de Artemisa en Éfeso, y el Mausoleo de Halicarnaso, en Asia Menor. El Coloso, en la isla de Rodas, y finalmente en Grecia, la estatua de Zeus en Olimpia. Todas representaban un imaginario colectivo. Había dos grandes imágenes religiosas (la crisoelefantina de Zeus que había hecho Fidias y la estatua colosal de Apolo, en bronce, a la entrada del puerto de Rodas); un templo dedicado a una diosa (Artemisa); una empresa arquitectónico-urbanística de carácter lúdico como eran los jardines suspendidos; unas tumbas faraónicas, pirámides, y finalmente un monumento escultórico de exaltación monárquica, la tumba de Mausolo. Debido al hecho de que no se repetían ¿hasta que punto es posible que funcionasen como los monumentos característicos y representativos de una ciudad ideal?


Salvando distancias, en el siglo XX, Hitler y Mussolini promovieron empresas colosales como expresiones perdurables de su poder totalitario. Los delirios arquitectonicos del poder nazi se manifestaron en proyectos colosales como el del Gran Palacio para Berlín, diseñado por el propio Hitler con la colaboración del arquitecto Albert Speer.

El escriba sentado


Recuerdo haber visto esta obra; la foto lo prueba, creo que en el Louvre. Es muy muy pequeña. Google confirma mis sospechas. Es un retrato de un noble llamado Kai y se encontró en su tumba, en la zona de Sakkarah. Fue tallada durante el imperio Antiguo en el milenio II a.C. La escultura es de madera y representa a un importante funcionario egipcio. Es un retrato muy realista y la fisonomía aparece claramente individualizada. Los ojos están hechos con cristal de roca y caliza en una cápsula de cobre, técnica con la que se consigue una mirada muy real y viva. El personaje aparece sentado, con expresión atenta, y preparado para escribir. Es una postura tranquila y carente de tensión muscular, de un modelado suave que alcanza un realismo sobrio. Tiene el hieratismo característico de la mayor parte de los retratos egipcios y, como es habitual, mantiene también la frontalidad. Como la mayoría de las esculturas egipcias de bulto redondo, éste es un retrato funerario. El rito mortuorio egipcio exigía realizar un retrato fiel del difunto y colocarlo en la tumba para que el ka, el alma, del muerto lo reconociera y se alojara en él. Es, por lo tanto, una obra religiosa, que busca la eternidad, pero que transmite una sensación de realidad y (¿por qué no?) cercanía. Eos, como siempre, deslumbrante, al fondo.

miércoles, 19 de agosto de 2009

Mulholland Drive


Nos dejó atónitos. Hace algo más de un año llevé a mi piso santiagués esta película de David Lynch. La vimos con ojos como platos. Nadie entendía demasiado. Se juega con la inteligencia del espectador. Me recuerda a aquella historia en la que un prestigioso científico envía un documento a una revista para que lo publiquen. Éstos, sin revisarlo lo publican. El texto enviado por el célebre investigador no tenía ni gota de sentido. Sólo quería poner de manifiesto la facilidad de publicar tonterías cuando se es ya famoso, además de resaltar la poca diligencia, y credibilidad, de la revista.


La historia que propone Lynch es más o menos así: después de un accidente de coche en la carretera Mulholland Drive de Los Ángeles, una mujer preciosa y medio inconsciente se oculta en una casa. Betty, la sobrina de la propietaria, una aspirante a actriz recién llegada a Hollywood, la encontrará totalmente amnésica y decide ayudarla. En el bolso de la desconocida encuentran una llave azul y varios fajos de billetes. El recuerdo de un nombre, Diane Selwyn, las ayudará en el intento de averiguar la identidad de la misteriosa mujer. Una de las principales interpretaciones que se le ha dado a la película es que todo ha sido un sueño, provocado por el temor de la protasgonista a la perdida de su gran amor, Camilla Rhodes (Laura Elena Harring), en manos del asesino que ella misma contrató. Los personajes en su sueño tienen unos papeles y una suerte influidos claramente por sus deseos y muy diferentes a los reales que trágicamente se van descubriendo. Después de despertar y recibir a su vecina, Diane recuerda los momentos duros cuando Camilla anuncia su boda con el director de cine Adam Kesher, continua el flashback hasta el momento en que contrata al asesino. Vuelta al presente Diane es invadida por sus miedos (representados por el vagabundo detrás del restaurante) y su conciencia (representada por la pareja de ancianos, probablemente sus padres) que la atormenta hasta que termina suicidándose, temor que se veía reflejado en su sueño. La llave azul, prueba de que el asesino ha llevado a cabo su trabajo, también simboliza el instrumento que abre la conciencia de Diane, representada como una caja del mismo color. El club Silencio sería una metáfora del engaño de la representación que se está viviendo. Betty es el nombre de la camarera del restaurante donde Diane contrata al asesino. En el sueño, el nombre de la camarera es Diane. Sin embargo, el director ha sido enfático al decir que cada interpretación es valida y aceptable, pues la película deja entrever que son muchísimas las perpectivas posibles y que de ella se desprenden muchas interpretaciones. David Lynch llegó a dar 10 pistas para conseguir resolver el misterio:

* Pongan particular cuidado al inicio de la película, por lo menos 2 pistas son reveladas antes de los créditos.

* Consideren lo que sucede en las tomas de la lámpara roja.

* ¿Pueden recordar el título de la película para la que Adam Kesher está audicionando actrices? ¿Se menciona de nuevo?

* Un accidente es un evento terrible... consideren el lugar donde ocurrió el siniestro.

* ¿Quién entrega una llave? ¿Por qué?

* Presten atención a los siguientes objetos: un cenicero, una taza de café y una alfombra.

* ¿Qué sucede dentro del club "El Silencio"?

* ¿El talento fue lo único que ayudó a Camilla?

* Noten qué sucede con el hombre que está detrás de "Winkies"

* ¿Dónde está la tía Ruth?

Un año después sigo pensando, a veces en esa película.
No puedo más, pero el rompecabezas es interesante.
Todo es una trampa de Lynch.

martes, 18 de agosto de 2009

La voz del subsuelo.


Ayer, trece de agosto, fui con una tal Eos a Castrelos. Actuaba Leonard Cohen. Debo confesar que no lo conocía de primera mano. Conocía un par de versiones de sus canciones. Entre otras el ilustre, y mil veces adorado por mi, Aleluya. Mi acompañante me llenó con infomación del artista durante más de una semana y ya lo conocía como si fuese, Queen, Mozart o Jackson. Sin haberlas escuchado nunca, me gustaron mucho sus canciones. Su voz dura, ronca y grave contrastaba con la tranquila música, capaz de relajar a cualquiera. Creo que me dijo que fue Sabina el creador del título de la entrada.

Noche de verano, al fin.

Hoy, la noche que da inicio al cinco de agosto, fue una de esas noches que todos los gallegos añoramos de vez en cuando. Hacía calor. Llegué cansado a casa después de un partido. Cené con rapidez un poco de fruta y tomé un libro para dirigirme a la terraza. La Luna llena y los perros aullando. Menos mal que mis vecinos no son de la familia de los Poe. Estaba demasiado cómodo para leer, tumbado entre aquellas sillas. Estuve pensando en miscelanea. Me fui a cama bastante tarde, con diligencia, porque al final había conseguido leer un buen cacho de El Padrino, de Mario Puzo… La Mafia me asombra. Creo que pasaba de las cinco, pero quizás confundí las campanadas del reloj con el agudo chillido de los grillos.