miércoles, 27 de octubre de 2010

Poema para una tarde gris

Todo termina.

"Todo termina. Todo acaba
dejando un reguero de ceniza,
una luz en el fondo de la huella,
un silencio solitario en el olvido:
cuerpo en sangre,
memoria del tiempo,
frío del fin. Por eso la contemplación de las ruinas
resulta siempre triste. Por eso al caer la tarde
nos sentimos (los que sentimos) presos de esta vida,
liberados de la muerte con olor a eternidad.
Por eso el huracán amargo de los días inunda al tiempo de desolación.
Y allí está la esperanza. En la desolación.

Todo termina. Todo acaba porque el fin existe,
porque no puede quedar un rastro de luz en la memoria.
Es imposible. Todo muere,
todo acaba siendo víctima de la muerte.
(En el reducto del recuerdo el silencio es libertad).
Y la verdad última,
la última gota de agua,
la imagen del último adiós,
está aquí,
en la realidad de la vida,
en el cuarto oscuro de la no esperanza.
Porque todo termina, porque todo acaba si empieza,
porque el fin existe. Porque el nacimiento es la causa de un efecto.
No. Me equivoco. El efecto de la muerte es inexplicable.
En fin; hablando en términos cotidianos,
en variables, en parámetros que todo el mundo sabe,
diré que es triste ver cómo acaban las cosas,
cómo se destruyen (o autodestruyen),
cómo es hermoso contemplar y sentir un buen momento,
valorarlo, apreciarlo,
cuando hay vida sobre el escenario,
y no cuando todo se ha perdido".

Luis Llorente Benito

viernes, 8 de octubre de 2010

Mañanas tristes de omphalismo...

La noche fue muy alegre. Salimos hasta tarde: ocurrió que no sonó el despertador, al menos cuando debería, y no pude ir a clase. Ningún problema, el profesor de historia de Roma tampoco vino. Había una clase con Bermejo en el horizonte y tuve la idea de ir. Pero la ducha estaba ocupada y no me daba tiempo. Lo pensé en voz alta. Ella soltó un contundente: "Mierda". Y yo le dije: "tranquila, ya iré otro día". Su respuesta fue muy cruel: "no lo decía porque tú vinieras, sino porque tengo el rimel y el lapiz de ojos dentro del baño".