Nos miramos, nos tocamos,
eso fue todo.
Estábamos en el límite de la identidad,
queriendo convertirnos en otros,
sincerarnos,
hablar en serio.
Pero no franqueamos la frontera.
Ser otros no podría cumplirse
porque a una mano tendida
debe corresponder otra mano,
porque si una boca habla
debe responder otra boca.
Estábamos muy rodeados,
pero a solas,
solos como tú,
sin saberlo,
te encuentras a menudo.
La compañía de muchos
suele ser una ficción,
con la que conseguimos
estar a solas
entre muchos más.
Tú y yo
en una sala de espejos,
con miradas, con ecos.
La despedida
¿qué importaba?
Quizás volviéramos a vernos.
Aunque aquellos ojos
escuchaban,
ya no sólo oían.
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