Después de mucho tiempo, de repente, ayer en la estación me toco en suerte un vendedor realmente majo y educado, de estos que te dan los buenos días, las gracias e incluso (que sí que existen) te dicen la vía en la que te espera tu tren justo antes de un amable hasta luego. El viaje fue de lo más agradable. Iba justo al lado de una muchacha que se dedicaba a ver episodios de una serie que me gusta:Friends. Como ya los había visto, porque eran de la primera temporada, decidí ver Suddenly, last summer: 1937, Nueva Orleans. Una joven, Catherine Holly,
la rechoncha y preciosa Elizabeth Taylor, es enclaustrada en un psiquiátrico por obra y gracia de su tía, Violet Venable (la adorable Katharine Hepburn). Esta última resulta ser una adinerada viuda que ha perdido a su hijo, su querido y venerado hijo, cuando éste estaba en compañía de Catherine (quien sustituía a Violet en un viaje). Montgomery Clift ejerce de un neurocirujano especialista en lobotomía, recibe una cuantiosa oferta de Miss Venable para lobotomizar a Catherine... El final sorprende. Las escenas dialogadas son verdaderamente largas y solo un amante del cine de mitad del siglo XX conseguirá disfrutar al máximo del film. La música me gustó mucho, aunque un ruidoso vagón de tren no sea quizás el lugar idóneo para apreciarla. Mención especial, por cierto para Eli Taylor: literalmente se come la pantalla. Por cierto, en la
película se quedan muchos cabos sin atar y esto no es fortuíto... Me sorprendió mucho lo de las pastillas de Sebastian y no entiendo por qué los jovenes lo seguían con tanto ahínco. ¿Droga quizás? Vista esta pelicula cabe preguntarse por la supuesta originalidad de las progres películas de final abierto: con ellas muchas veces se pretende evitar un final moral, aunque sin saberlo ni pretenderlo siguen siendo aleccionadoras, pero de otra forma. Me gustó. Salí del tren ya sin los cascos del ordenador y pude escuchar lo que decía el sabio micrófono de Renfe: POR FAVOR SE RUEGA A LOS ACOMPAÑANTES DE LOS PASAJEROS QUE NO SUBAN AL TREN. Estabamos tre o cuatro por allí que no pudimos evitar reirnos.
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