Es tan grande que Cicerón le dedica un diálogo: el “De finibus bonorum et malorum”. En los cinco libros de este diálogo Cicerón expone las diversas teorías acerca del bien supremo. Rechaza radicalmente el epicureismo, cuyo rigor lógico encontraba insuficiente, para así eliminar los peligros derivados del hedonismo. En el libro uno de este diálogo Lucio Manlio Torcuato expone y defiende tesis epicúreas a las cuales Cicerón había vituperado. La tradición cuenta que Tito Manlio Torcuato, el primero de los Torcuatos condenó a muerte a su propio hijo por haberlo desobedecido al aceptar un combate contra un latino al que dio muerte. Tito sabía que al ordenar la ejecución de su propio hijo (que había alcanzado la gloria en batalla) conseguiría, mantener la disciplina del ejército y de este modo, salvar el porvenir de sus ciudadanos (y el suyo). El razonamiento de que no se actúa virtuosamente por la propia virtud se aplia a las demás virtudes; se actua virtuosamente por las consecuencias placenteras de la acción. Defiende así la compatibilidad y necesariedad de la voluptas con la virtud. ¿Pero un político práctico como Cicerón podrá aceptar esta confluencia de lo útil y de lo honesto? En el libro II Cicerón afirma que Epicuro al prometer remediar los deseos y los miedos “promete licencia para el desenfreno”. Y además dice Cicerón que la ausencia de dolor, (el máximo placer para un Epicúreo) no es un bien, sino un estado intermedio entre el bien y el dolor. En relación al placer Cicerón también señala que no deben ser útiles los sentidos, sino, en cambio, la razón, y ésta siempre habla a favor de la moralidad (el sumo bien está relacionado por lo tanto con la razón). También en el segundo libro se nos dice que Torcuato fue pretor en el 49. Cicerón recuerda que al asumir su cargo los pretores tenían que declarar en público las normas que iban a guiarles en la administración de la justicia. ¿Cómo iba Torcuato a reconocerse epicúreo?¿Seguiría afirmando que obra para evitar el dolor? Cicerón anticipa el clamor que se levantaría en la Asamblea si esto ocurriese. Quizás tenga razón. Si se divulgase el epicureismo, con su “no participación en la política” ¿qué sería del Estado?
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