miércoles, 2 de diciembre de 2009

Pater elevator

A propósito de la ley de Verner para la mutación consonántica del germánico (que depende del acento) me vino a la mente la palabra "padre". Y a partír de ella aparece Gerardo, mi padre. ¿Cómo lo relacioné? No lo sé. Quizás porque recordé que la palabra padre en su fase prehistórica se pronunciaba patér y no *páter (padre, father, pére). Recordemos, por ejemplo, el griego πατήρ o el sánscrito pitār. Esto, unido a que mi padre, persona honesta donde las haya, a veces es algo prehistórico... en fín... Me recordó que una vez me contó una historieta que había protagonizado: trabajó durante quince años en una empresa que era una especie de surtidora, un almacén de alimentos donde iban a parar las mercancías antes de llegar a los supermercados. No recuerdo el nombre concreto. Era encargado de la parte del almacén y esto incluía el trabajar continuamente con la máquina elevadora

montando y descargando mercancías y “palés”. Me dijo que había un representante de una de las marcas que era un poco altanero, por así decirlo, un chulo de pueblo. Conducía un precioso Mercedes negro que solía dejar aparcado durante periodos extensos y excesivos en frente de la puerta del almacén. Evidentemente dicho estacionamiento molestaba a mi padre, que se caracteriza por ser una persona a la que mientras trabaja, directamente, no se le puede ni hablar con algo más que un “sí” o un “no”. El representante de la famosa marca adquirió el hábito molesto de dejar el coche todos los jueves del mes justo en frente del portal por el que salía el elevador de mi padre a pesar de las reiteradas peticiones (aunque esto tendría que contrastarlo, pero bueno, in dubio pro reo...) de mi progenitor para que lo apartase. Un buen día, mi padre me dijo la fecha porque era señalada, ocurrió esto (según sus palabras):

el muy soberbio ¿no va y me vuelve a aparcar en las narices? Rápidamente cogí el elevador, le levanté el coche y se lo puse en la puerta trasera del almacén, donde no lo viese. Apagué el elevador y volví a hacer albaranes, que era lo que estaba haciendo. Si miras (sic) la cara del hombre cuando salió... Empezó a preguntar por el coche y nadie sabia donde estaba. Al final no pasó nada, cuando iba a llamar a la policía le dijeron donde había aparecido. Pero, oye, no volvió a dejarlo en medio”. ((Es una traducción del gallego (se pierden matices), lengua materna de mi padre)).

Mi padre, tan prehistórico como honesto, noble y eficaz.

2 comentarios:

Eirene dijo...

Ya sé, pues, de dónde sacas ese humor tan tuyo!

Ó dijo...

Qué va, mi padre y yo tenemos un humor muy, pero que muy, diferente...