viernes, 31 de julio de 2009

Error se escribe sin hache.


Solía escribir error con hache inicial de pequeño. Aunque suene a disculpa, y chulesco, esta tontería se debe a que no la empleaba demasiado. Hoy escribo más, más a menudo, esta palabra. Intercalo errores en mi vida y sigo escribiéndola con hache casi siempre. Entonces, cada vez que pienso en mis herrores del pasado me cuido de no pensar más que los mismos son la sabiduría del presente, la esencia de un prometedor, y un tanto lejano, futuro personal. Trataba aprender de los fallos de los demás, evitanzo, así, que los míos fueran gigantescos. Esa es la teoría. Lo malo es cuando ves que escribes con h todos tus errores, y te das cuenta de que son el mismo, lo sabes, pero no puedes remediarlo, ahora no. Demasiado tarde y muy complicado grafiar sin hache esa extraordinaria palabra. Te escudas en la risa pero descubres que en ocasiones sólo te haces un flaco favor. Te das cuenta de que odias a la gente que como tú, cuando comete un error trata de hacer reír. Debería releer aquel librito que ya me lo señalaba: El error de hacer reír. Y hablando de herrores; recuerdo también el título de un libro que podría recopilar mis últimos tiempos, un libro que leí en plena adolescencia: Amor se escribe sin Hache.

miércoles, 29 de julio de 2009

Anacreonte y Anacreónticas


Manejando los datos, lo más razonable es calcular que Anacreonte nació en Teos hacia el 570 a.C. y que murió en Atenas en los años ochenta del siglo V a.C. Así pues, más de medio siglo separa el apogeo de la lírica lesbia del de Anacronte, a quien los alejandrinos unieron a Alceo y Safo. De Teos, ciudad jónica de Asia Menor, partió con sus conciudadanos a la fundación de Abdera, en la costa tracia, en 545 a.C., debido a la invasión de su ciudad natal por los persas. Los lidios, que tanto admiraba Safo, habían sido invadidos. De esta tierra procede también un poeta llamado Pitermo, que compuso cantos jónicos aislados y del que conocemos poco más que su nombre. Compuso poemas para el tirano Polícrates de Samos (por las mismas fechas en que veremos luego a Íbico de Regio en dicha corte) y su fama se extendió también a Atenas, adonde le llaman los Pisistrátidas (y en cuya corte conoce a Simónides de Ceos), para pasar luego a Tesalia. En el período democrático vuelve a Atenas, coincidiendo con Esquilo. Según una de las fuentes murió allí atragantado por una uva, lo que parece un tanto irónico y cruel ya que se trata de un poeta con fama de “dionisiaco”. Su fama de poeta cantor del vino y del amor, que perdurará en el mundo antiguo y en la posteridad más moderna, parece que empieza a gestarse en el V. Trata temas de Banquete. Esto influye en la literatura europea puesto que se crea un género, las Anacreónticas que todos conocemos (colección que se reúne en época bizantina, pero que alberga composiciones que pertenecen a etapas que abarcan desde la época helenística hasta los comienzos de Bizancio. La verdad, es que esta evolución de “lo Anacreóntico” sólo “a medias” se puede justificar con la obra conservada de Anacreonte. Lesky llega a postular: “poemas anacreónticos fueron compuestos hasta la época bizantina; sesenta de ellos están recopilados en una colección que conservamos en manuscritos detrás de la Antología palatina. Varían tanto el período como la calidad de estos poemas; por lo general, se reducen a un parloteo superficial, que es en parte el responsable de la falsa imagen de Anacreonte que subsistió durante largo tiempo. Como suele ocurrir, precisamente lo mediocre dio origen a epígonos, llegando a dar nacimiento a movimientos enteros, como el de la poesía anacreóntica alemana. Cierto es que Goethe demuestra que, bajo el hálito del genio, también en espino da rosas.” Ejemplos de ese “a medias” parecen estos poemas:

Plegaria a Dioniso (FR. 14 Gentili)

Mi señor, con quien juegan Eros dominador,
las Ninfas de ojos oscuros
y la purpúrea Afrodita,
y que recorres
las altas cimas de los montes
de rodillas yo te pido
(y tú acude a mí benévolo)
que atiendas mi súplica con complacencia;
dale a Cleobulo un buen consejo:
que acepte, Dioniso, mi amor.

Pasión homoerótica (FR 15 Gentili)

Muchacho de virginal mirada,
poseerte quiero, mas tú no te das cuenta,
porque no sabes que de mi alma
llevas las riendas.

Blasco Ibañez y Valencia


Su casa. (Valencia, 1867- Menton, Francia, 1928). Fue el iniciador del republicanismo valenciano. Su amplia producción novelística se inscribe en el naturalismo y, sorprendentemente, también en el género histórico. Estudia derecho y se incorpora al Partido Republicano. Su dedicación política le llevó a fundar en el 1891 el periódico El pueblo. En el 1909 se traslada a Argentina, donde creó la colonia Cervantes y la Nueva Valencia, iniciativas apoyadas por el gobierno de aquel país y dedicadas a la explotación agrícola. Sin embargo resultaron un fracaso económico sus iniciativas. En 1914 se estableció en París, y en 1920 emprendió varios viajes por los Estados Unidos, donde se le nombró doctor honoris causa por la Universidad de Washington. Regresó a Valencia en 1921 pero no tardó en expatriarse de nuevo por su disconformidad con la dictadura de Primo de Rivera. En esta ocasión recaló en Niza. Sus primeras novelas, Arroz y tartana (1894) y La barraca (1898), reflejan un carácter regional valenciano, así como la vida en la huerta y en la albufera, temática que alcanza su máxima expresión en Cañas y barro de 1902, su novela más conocida y excelente testimonio de la vida rural valenciana de finales del siglo pasado. Otro de sus libros que cabe destacar es Los cuatro jinetes del Apocalipsis, que publicó en 1916 y le valió un rotundo éxito. De sus novelas de carácter social sobresalen La catedral y La horda donde denuncia la injusticia social. Sus novelas históricas no alcanzan la calidad literaria de las anteriores: Sangre y arena, Mare Nostrum, Los enemigos de la mujer, A los pies de Venus. Después de su muerte se publicará la novela “La araña muerta”. Fui a Valencia del 21 al 28 de Julio. Intenté leer una obra de las de la primera época: Entre naranjos. estaba un poco despistado y no me cautivó, aunque una noche estuve un rato en la terraza del ático con tendencias pseudoapeladasminimalistas, y leí una frase perfecta: para el amor se necesita audacia.. Habían transcurrido ya casi dos años desde que no leía nada de naturalismo. Y como es natural me aburrió.

Una conversación con Tetro, un rebelde, en el Cotton Club


Este verano no hago más que ver películas de Coppola. Y redescubro "por qué" es un grande del cine. Por sí era poco también empecé con “El padrino”, libro de Mario Puzo. La primera película fue Rebeldes, que nada tiene que ver con la seriebasura argentina que estaba tan de moda hace un tiempo. Es una cinta donde aparecen encantadores jovenzuelos como Tom Cruise. Es de 1983. Lo más impactante, como siempre en Coppola, su luz, la iluminación. Añadir algo más que no se me ocurre ahora. Después vino Tetro. El protagonista se parece mucho a Cortázar de jovencito. Comparte pantalla con la tantas veces escasa de ropa, y sexy, Maribel Verdú. Donde Francis vuelve al blanco y negro. Hace una buena y desconcertante película, aunque para mí sobra metraje en la parte final. El entierro está de más. Yo entiendo que Tetro debería encontrar su final en la entrega del premio. Con respecto a La conversación, del 1974, hay que decir que el principio es demasiado pesado para quien no esté acostumbrado al cine de los 70 (mis padres, nacidos en los sesenta, ambos, se durmieron al verla), aunque la película con un final inesperado y vertiginoso que la convierte en la contrapartida de la antes mencionada Tetro. Parece una apología del Gran Hermano, por cierto. Por último, ví, con gusto, The Cotton Club, nombre del local que todavía está en activo, (al que podría haber entrado en Septiembre si algún amigo hubiese leído con detalle las bases de alguna que otra beca) que alberga a unos mafiosos que parecen más bien el preludio de los del Padrino. Buen papel el de Richard Gere, aunque me asombre a mí mismo diciendo esto. Lo que más impresiona de la película, en cambio, son la multitud de negros, son muchos, de veras, que bailan mejor, con creces, que el difunto Michael Jackson, que son más guapos, mucho más simpáticos y valientes, pero a los que no va a llorar nadie. Este último comentario In Michalem Jacksum cobra sentido para cualquiera que haya visto, el sábado pasado una película que emitieron en Cuatro a las 18:00. La película era Cocktail, de Tom Cruise y en mitad de la misma, sin más, sin venir a cuento, aparece un rotulo en mitad de una escena que inmortaliza un rotundo: Michael, te queremos. No te olvidaremos. No lo entiendo, de verdad. No lo entiendo.

¿Genios compatibles?





No tenemos ninguna prueba de que Beethoven y Goya se conociesen. Pero yo me pregunto si lo hicieron. Cronológicamente coinciden a la perfección. 1746-1828 el pintor. 1770-1827 el músico. Ambos tienen un carácter realmente imposible. Su conciencia está además muy segura de su genialidad y de su gran talento artístico: su espíritu exaltado y sobrecogedor. Se quedan, ambos, sordos más o menos al mismo tiempo. Hubieran podido entenderse muy bien entre ellos (cosa que no les salió muy bien con sus conocidos). Sus obras, además son en cierto modo paralelas: no se pasan de neoclásicos, tampoco de románticos. Están suspensos en un momento de cambio que ellos mismos impulsaron para quedar perpetuados como herencia imborrable en el arte que les sigue.

El huevo de la serpiente


La película es bastante conocida. La mayoría estaréis pensando ya en Suecia por su director, Ingmar Bergman. Pero no. Por razones fiscales después del rodaje de Cara a cara… al desnudo, Bergman dejó al cine sueco en calidad de huérfano, aunque todavía existían por aquel entonces contribuciones interesantes como la bonita Uno y uno de Erland Josephson e Ingrid Thulin. Así pues, Bergman se asienta en Alemania y con El huevo de la serpiente trata de que recordemos con gran intimidad el fantasma del doctor Mabuse al realizar una estremecedora disección del nacimiento del Nazismo y de lo que el llama “una civilización sin igual”. Tras estas palabras se suicida con cianuro el maligno doctor: “Es como el huevo de una serpiente, a través de la delgada membrana, se puede distinguir el reptil ya formado”. Acaba de aludir al intento de golpe de estado que efectuará Hitler en Munich, y a la posterior “revolución” que para el propio doctor Mabuse supondrá el Nazismo.

Despedida

Siempre hay historias, objetos, detalles que no solemos olvidar y no tenemos muy claro el porqué. Una de estas historias o objetos podría ser mi viejo marca-páginas, todo un juez que suele indicarme con equidad en qué proporción debo tomar mis libros, que una tarde cualquiera de Julio del 2004 (creo) compré en Dublín, en una peculiar y chic tienda de objetos varios y de corte oriental. Nos habían echado (escribí este verbo con "h" inicial en un examen de latín en junio pero sigo vivo, tranquilos) a mí, a mi prima y a un par de amigos más, de la tienda por reírnos en voz alta, por ser extranjeros o turistas, y por tener quince años. Creo que lo que sí olvidé fueron las palabras exactas del dependiente. Nos indicaba muy amablemente que si no teníamos en mente adquirir ningún objeto o prenda nos dirigiésemos a la puerta. No hubo problema, nos fuimos. Dos minutos después yo volví, indignado, y compré lo primero que encontré al entrar: mi marca-páginas. Costaba diez Euros pero mereció la pena cuando el maleducado aquel me tuvo que decir “Thank you” con su cara más alegre y cordial. Casi un año después un profesor me cogió un libro por curiosidad del interior de mi mochila, Sinué el Egipcio, se fijó en mi preciado objeto y me dijo que era papiro, esa planta egipcia que yo había conocido de manera teórica semanas antes de manos de aquel curioso profesor. Ahora, son las 00:40 del 1 de julio de 2009 y mientras escucho Doce estudios de Chopin, Cuatro Baladas y su Gran Polonesa precedida de un Andante spianato, Opus 22, un amigo me ha llamado para decirme, con gran dosis de culpa, que no iba a salir. Detalle, este sí, que algún día espero olvidar.

Long time ago.



Hoy es 14 de junio. La semana pasada tuve dos exámenes. Una relectio de griego y un examen de traducción con diccionario. Entre el calor y mi pereza me llevaron a pasarme por la facultad de Ciencias de Comunicación y a coger tres películas: “The Straight Story, Dias sin huella, y Dos hombres y un destino. Ya he visto las tres. La primera una intimísima road movie de un simpático anciano: su director, el sugerente David Lynch. Unos paisajes y una música fabulosos. Un viejecito con una segadora ejemplar. David Lynch sigue jugando con el espectador como en Mulholand Drive. Días sin huella, The lost weekend (preciosa y recomendable) es una impactante historia de un alcohólico, me imagino que empleada como propaganda para defender la ley seca. Creo que la que más me gustó de las tres películas. Creo que se lo debo a Billy Wilder, como tantas veces. Por último, Dos hombre y un destino. Redfort y Newman. No me decepcionó del todo, pero no me la imaginaba así. Había leído demasiado sobre ella. Lo que más me asombró fue la simpatía de los personajes. No entraba dentro de mis expectativas. El final quizás impacta un poco de más.

Seres raros


No me gustaba demasiado el fantasioso Borges por que había leído, sin entender casi nada, y hace mucho tiempo, su celebérrimo Ficciones. Me regalaron su Libro de los seres Imaginarios. Receloso, comencé a leerlo estos días del principio del verano. Escribe concisa y simplemente. Ahora ya me gusta Borges. Escribe aquí, por lo general, para que lo entiendan. Durante el último viaje en tren de este curso leí su historia de Dos animales metafísicos. Me cautivó su buen gusto:

“El problema del origen de las ideas agrega dos curiosas criaturas a la zoología fantástica. Una fue imaginada al promediar el siglo XVIII; la otra, un siglo después. La primera es la estatua sensible de Condillac. Descartes profesó la doctrina de las ideas innatas; Etienne Bonnot de Condillac, para refutarlo, imaginó una estatua de mármol, organizada y conformada como el cuerpo de un hombre, y habitación de un alma que nunca hubiera percibido o pensado. Condillac empieza por conferir un solo sentido a la estatua: el olfativo, quizá el menos complejo de todos. Un olor a jazmín es el principio de la biografía de la estatua; por un instante, no habrá sino ese olor en el universo, mejor dicho, ese olor será el universo, que, un instante después, será olor a rosa, y después a clavel. Que en la conciencia de la estatua haya un olor único, y ya tendremos la atención; que perdure un olor cuando haya cesado el estímulo, y tendremos la memoria; que una impresión actual y una del pasado ocupen la atención de la estatua, y tendremos la comparación: que la estatua perciba analogías y diferencias, y tendremos el juicio; que la comparación y el juicio ocurran de nuevo y tendremos la reflexión ; que un recuerdo agradable sea más vívido que una impresión desagradable y tendremos la imaginación. Engendradas las facultades del entendimiento, las facultades de la voluntad surgirán después: amor y odio (atracción y aversión), esperanza y miedo. La conciencia de haber atravesado muchos estados dará a la estatua la noción abstracta de número; la de ser olor a clavel y haber sido olor a jazmín, la noción del yo. El autor conferirá después a su hombre hipotético la audición, la gustación, la visión y por fin el espacio y que en el espació, él está en un cuerpo; los sonidos, los olores y los colores le habían parecido, antes de esa etapa, simples variaciones o modificaciones de su conciencia. La alegoría que acabamos de referir se titula Traité des sensations y es de 1754…”

Parte en dos


En la ciudad estadounidense de Nashville, estado de Tenessee, existe una reproducción del Partenón a escala real, es decir, del mismo tamaño que el original. Contiene, asimismo, el edificio, la estatua colosal de Atenea. Las obras comenzaron a principios del siglo XX, en 1920 y se basaron en los restos conservados y en los dibujos que realizó Jacques Carrey antes de la explosión de 1687, aunque evidentemente también se tuvieron en cuenta las esculturas del templo conservadas en Londres, que espero contemplar este septiembre en la capital inglesa (cuando estuve en el Louvre buena parte de la Grecia Clásica estaba cerrada por reformas). La réplica se inauguró en 1931, tras diez años de obras, como el de Atenas. En él se exponen las obras de arte de James A.Cowan, un coleccionista de Chicago que, entusiasmado con la idea de una réplica permanente del Partenón, legó su fondo a la ciudad. Al igual que el original, el edificio está orientado al este, lo que permite un juego de luces y sombras parecido. Pero la diferencia básica son los materiales. El de Atenas es de mármol blanco, mientras que el americano es de Hormigón Armado. Hasta que punto pueden ser bestias los americanos. También tiene partes de ladrillo y piedra. El acabado, teñido con arena ocre procedente del río Potomac, le da un tono claro en sintonía con la idea de la Grecia blanca y apolínea que promovieron los filósofos de la estética alemanes del siglo XIX, cuando todavía no se sabía que los templos y las esculturas estaban policromados, pintados, con vivos y relucientes colores. Y seguro que se defienden ahora los americanos: “en el hormigón armado seguro que se colorea mejor”.