miércoles, 29 de julio de 2009

Despedida

Siempre hay historias, objetos, detalles que no solemos olvidar y no tenemos muy claro el porqué. Una de estas historias o objetos podría ser mi viejo marca-páginas, todo un juez que suele indicarme con equidad en qué proporción debo tomar mis libros, que una tarde cualquiera de Julio del 2004 (creo) compré en Dublín, en una peculiar y chic tienda de objetos varios y de corte oriental. Nos habían echado (escribí este verbo con "h" inicial en un examen de latín en junio pero sigo vivo, tranquilos) a mí, a mi prima y a un par de amigos más, de la tienda por reírnos en voz alta, por ser extranjeros o turistas, y por tener quince años. Creo que lo que sí olvidé fueron las palabras exactas del dependiente. Nos indicaba muy amablemente que si no teníamos en mente adquirir ningún objeto o prenda nos dirigiésemos a la puerta. No hubo problema, nos fuimos. Dos minutos después yo volví, indignado, y compré lo primero que encontré al entrar: mi marca-páginas. Costaba diez Euros pero mereció la pena cuando el maleducado aquel me tuvo que decir “Thank you” con su cara más alegre y cordial. Casi un año después un profesor me cogió un libro por curiosidad del interior de mi mochila, Sinué el Egipcio, se fijó en mi preciado objeto y me dijo que era papiro, esa planta egipcia que yo había conocido de manera teórica semanas antes de manos de aquel curioso profesor. Ahora, son las 00:40 del 1 de julio de 2009 y mientras escucho Doce estudios de Chopin, Cuatro Baladas y su Gran Polonesa precedida de un Andante spianato, Opus 22, un amigo me ha llamado para decirme, con gran dosis de culpa, que no iba a salir. Detalle, este sí, que algún día espero olvidar.

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