lunes, 23 de noviembre de 2009

Muecas sórdidas.

Recuerdo que una vez le recomendé a una de las mejores amigas/personas que tengo el capítulo número uno de Rayuela: lo leyó, le gustó, y acabó, claro, leyendo el libro entero. Por aquel entonces no la vi en algún tiempo. Cuando nos reencontramos me dijo: "cada vez que me labo los dientes me acuerdo de ti. Explicación: el capítulo uno dice "convencida como yo de que un encuentro casual era lo menos casual en nuestras vidas, y que la gente que se da citas precisas es la misma que necesita papel rayado para escribirse o que aprieta desde abajo el tubo de dentífrico". El otro día sucedió lo contrario: me lavaba yo los dientes con otra amiga en el cuarto de baño de nuestro piso cuando me acordé de quien se acordaba de mí al asir la Colgate."Pero ella no estaría ahora en el puente, pensé". Y detrás de nostalgias vino una imagen un tanto insólita del ser humano: las muecas de la higiene bucal. Observé a mi amiga y a mi propia cara con ayuda del espejo durante nuestra buena costumbre. En ocasiones (apelando al sexto sentido) tenía miedo, las muecas me producían pánico. ¿Podríais imaginaros la faz de Jack Nicolson enjuagándose los dientes?

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