martes, 17 de noviembre de 2009

Multiculturalismo y Extraños en un tren

Este fin de semana tenía dos películas: Sólo un beso, del proletario Ken Loach y Extraños en un tren, de Alfred Hitchcock. Elegí, por extraño que parezca, en primer lugar la primera. Hay que restrasar los placeres... En Literatura Comparada estamos tratando el multiculturalismo y las relaciones entre Cine y Literatura. Por ello me gustó ver la romántica Sólo un beso, tan carente, en cambio, de ñoñerías. En ella se mezclan musulmanes devotos, matriomonios de conveniencia a larga distancia, enamoramientos, secreto, sexo: en definitiva Karim y su vida luchan con su deber. No sé a qué me recuerda, quizás a otra película.

Extraños en un tren, me decepcionó un poco. Aunque hablar de decepción en Hitchcock siempre es complejo. Pero en realidad, excepto la parte en la que el gran tenista Farley Granger y el asesino demente Robert Walker se encuentran en el tren,

la película aunque con grandes dosis de suspense y de un ritmo vertiginoso, no me enganchó como otras del director. La mejor de sus películas para mí, sigue siendo la Soga. Tras la primera escena que mencionábamos aparece Hitchcock en uno de sus tradicionales cameos portando y subiendo un chelo al tren.

Dicen de Hitchcock que cuando no rodaba su vida se centraba en comer y beber. Solía decir: "un martini muy seco es simplemente dos partes de ginebra con una rápida a una botella de vermut". Hasta que estrenó Pánico en escena no dejó de engordar. La vuelta a la actividad con Extraños en un tren detuvo sus ansias expansivas. La película no cuajó ni en taquilla ni en lo que refiere a lo dicho por los críticos. Pero a propósito de este hecho ya decía un tal Trauffaut que existen dos tipos de directores: "los que tienen en cuenta al público cuando piensan y realizan sus películas y los que prescinden de él". Para los primeros el cine sería un arte relacionado con el espectáculo y para los segundos una aventura individual. Se me antoja raro que la película no acabase de engancharme, puesto que es Chandler, el gran Raymond Chandler "Marlowe" quien configura el guión encerrándose a trabajar con una secretaria en su casa de La jolla, bastante alejado de Hollywood. Pero aquí tengo el por qué de mi extraño disgusto para con la película:

"A Hitchcock esta reclusión le puso nervioso. Tenía que ir hasta La Jolla para meter mano en la historia y allí enconcraba a un irritante e irritado Chandler. El británico, en sus magníficas charlas con Truffaut, confesó: la cosa no marchó bien entre nosotros. Estaba sentado a su lado buscando una idea y le decía: ¿por qué no hace esto? Y él me contestaba: Bueno, si usted encuentra las soluciones ¿para qué me necesita? A Chandler le sacaba de quicio la insistencia del director en que el guión se ajustara claramente a sus indicaciones visuales. En una carta a su editor británico, el escritor comento: Lo que más me divierte de Hitchcock es la forma en que dirige una película en su cabeza antes incluso de saber de qué va la historia. Posee una gran intuición respecto al ritmo narrativo y el tono y la presentación, pero no tanta respecto a lo que es el negocio del cine. Imagino que es por eso por lo que algunas de sus películas pierden lógica en un momento determinado y se convierten en una alocada sucesión de imágenes. A mitad de agosto, Chandler ya había entregado su borrador (en su final, Bruno Anthony, el psicópata, acaba en un manicomio forcejeando dentro de una camisa de fuerza). El director le pasó al guionista algunos cambios, contrató al equipo técnico y se fue a las pistas de tenis de Forest Hills a rodar imágenes de la eliminatoria de la Davis entre EEUU y Australia. A finales de septiembre Chandler presentó su segundo borrador. El británico se dio cuenta de que necesitaban otro escritor porque aquel guión noiba a ningún lado. Los dos se habían quejado, cada uno por su cuenta, sobre lo complicado de la elaboración de este segundo borrador. En resumen, Hitchcock no había hablado con Chandler en ningún momento. El supervisor de guiones de Warner Brothers, Finlay McDermind, el hombre que recibía los lamentos de las dos partes, sentía la misma sensación sobre Chandler que Algred Hitchcock: confusión. ¿Qué es lo que quería: tranquilidad o intromisiones? ¿Y adónde iba aquel relato? El 26 de septiembre Hitchcock tomó la decisión más lógica: se acabó Chandler. Llamaron a Czenzi Ormonde, una de las colaboradoras de Ben Hecht, extraordinario guionista, dramaturgo y escritor. Ormonde le dio toda la vuelta a la historia, ayudada por la productora Barbara Keon. Hecht también les hechó una mano, Alma Hitchcock, la mujer del director, participó como en innumerables ocasiones anteriores, en el retoque de los diálogos y las especificaciones de las secuencias con todas las indicaciones necesarias para el rodaje, y del libreto de Chandler no quedó casi nada en la gran pantalla.


Yo la titularía "el placer de asesinar". Me gustaría ver el guión de Chandler.

1 comentario:

Ovidio redivivo dijo...

A mi también me decepcionó esta película, en comparación con la novela homónima de Patricia Highsmith, fuente del guión. Es deliciosamente escalofriante seguir a Patty en la destrucción física, moral y psicológica de los personajes. Seguramente por la época y la gazmoñería del público americano, el "bueno" hubo de tener su "happy end" y el "malvado" un "merecido" castigo. Así y todo, la película es una de mis favoritas y el dvd me acompaña a donde quiera que vaya.
¡Saludos cordiales!