viernes, 2 de mayo de 2008

Cortázar lee a Lucrecio

Me habían hablado muy bien de Lucrecio y de su "épica didáctica". Es un poeta filósofo latino. El más laureado seguidor de Epicuro. Estoy componiendo (sic) un trabajo sobre su teoría del amor y del poder. Muy interesante, pensaréis. Pues si. Es sorprendente. Realmente sorprendente. El libro cuarto de su obra principal "De rerum natura" (La naturaleza de las cosas), y en especial su parte final, es muy... cálido. No conocemos demasiado de la vida de Lucrecio Caro. Sus fechas son inciertas: ¿95-91 y 55-51? Sabemos que no vivió demasiado. Hay quienes afirman que es de origen humilde pero se sabe que la gens Lucrecia es una rama de la aristocracia. El propio Cicerón corrige "de rerum natura" tras la muerte de Lucrecio. Éste ve en Epicuro a aquel que liberó a los hombres del influjo, funesto según él, de la religión, ya que al hacer conocer la verdadera naturaleza de las cosas, disipó las opiniones supersticiosas que perturbaban la vida, o sea, "la convicción de que los dioses intervienen de modo hostil en la existencia humana y el terror de la muerte, producto de una concepción pusilánime del más allá". El libro cuarto se cierra con la descripción del amor, que está determinado por el impulso sexual, furor siempre insatisfecho que trae dolores, tormentos y celos. Dicen que Lucrecio sufría mal de amor, que tenía un punto importante de locura, y que se suicidó: ... hipótesis... pero verosímiles. Yo propongo que el capítulo 7 de Rayuela (Cortázar) tiene rasgos muy en común con el libro cuarto de "De rerum natura". Me parece conveniente añadir fragmentos del capítulo de Cortazar a la traducción de "De rerum natura".
"En el momento mismo de la posesión el ardor de los amantes fluctúa incierto y sin rumbo dudando si gozar primero con las manos o con los ojos (importancia de los ojos, ciclope, acercamiento, y de la mano). Apretujan el objeto de su deseo, infligen dolor a su cuerpo, a veces imprimen los dientes contra los labios amados y los lastiman a fuerza de besos; porque no es puro su placer y un secreto aguijón les instiga a hacer sufrir aquello mismo, sea lo que fuere, de donde suergen estos gérmenes de furor. Pero en el acto amoroso, Venus suspende suavemente el tormento, y la blandura del goce que con él se mezcla refrena los mordiscos (y si nos mordemos el dolor es dulce). Pues hay la esperanza de que el cuerpo que encendión el fuego de la pasión sea también capaz de extinguir su llama. Pero la Naturaleza protesta, objetando que ocurre todo lo contrario; y éste es el solo caso en que, cuanto más tenemos, más se enciende el corazón en deseo furioso. Pues comida y bebida son absorbidos dentro del cuerpo, y como pueden ocupar en él lugares fijos, se hace fácil saciar el deseo de agua y de pan. Pero de la cara de un hombre y de una bella tez nada penetra en nosotros que podamos gozar, fuera de tenues imágenes, que la mísera esperanza trata a menudo de arrebatar del aire. Como un sediento que, en sueños, anhela beber y no encuentra agua para apagar el ardor de su cuerpo; corre tras los simulacros de fuentes y en vano se afanda y sufre sed en mitad del turbulento río en el que intenta beber; así en el amor, Venus engaña con imágenes a los amantes (ciclope?, al acercarse la realidad que ven es otra); ni sus ojos se sacian de contemplar el cuerpo querido, ni sus manos pueden arrancar nada de los tiernos miembros, que recorren inciertos en errabundas caricias (entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos...). Finalmente, cuando, enlazados los miembros, gozan de la flor de la edad y el cuerpo presiente el placer que se acerca y Venus se aplica a sembrar el campo de la mujer, entonces se aprietan con avidez, unen las bocas, el uno respira el aliento del otro ("breve y terrible absorver simultáneo del aliento"), los dientes contra sus labios, todo en vano, pues nada pueden arrancar de allí, ni penetrar en el cuerpo y fundirlo con el suyo ("una sola saliva y un solo sabor a fruta madura"); pues eso dirías que pretenden hacer, y que tal es su porfía. Con tal pasión están presos en los lazos de Venus, mientras se disuelven sus miembros por la violencia del goce. Por fin, cuando el deseo concentrado en los nervios ha encontrado salida, hácese una breve pausa en su violenta pasión. Vuelve luego la misma locura y el mismo frenesí, y porfían en conseguir el objeto de sus ansias, ni pueden descubrir artificio que venza su mal; así, en profuendo desconcierto sucumben (¡orgasmo!... y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua) a su llaga secreta".
Capitulo siete de Cortázar (al que corresponden los pasajes que he marcado en rojo):
"Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano por tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.

Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua
".
¿Cortazar leyó a Lucrecio?Esa es la cuestión.
Relativizo la originalidad de Cortázar, y la mía, porque alguien dice que ambos nos enseñan a besar.

4 comentarios:

Foxy Lady dijo...

Que bien me ha sentado leer esto para distraerme!

Ovidio redivivo dijo...

¿Leíste "las ménades"? Que Cortázar conocía a los clásicos es un hecho.
Saludos desde Finis Terrae.

Ó dijo...

Tengo a las ménades en mi lista más inmediata, pero todavía no. Gracias por recordarmelo de todas maneras. Me encanta ese hombre. (Hiper)finisterrae!

Noviembre dijo...

no sabia k tomaras como referencia a cortazar antes de besar.
Yo creo que Cortazar leyó todo.


ya sabes lo que dicen,
todo ya sta inventado.

Rayuela sin embargo,
esta lejos de ser
poco original


mua:***