Si quisiese hablar de cine tendría que estar hablando sobre “Millonario de Ilusiones” de Capra (y me parece que de la gran protagonista de "El crepúsculo de los dioses" de Wilder) o sobre una película sorprendente como “Latido”. Ambas las he visto antes que “Esplendor en la hierba”, pero ninguna me llenó tanto: quizás, porque no es la primera película de Capra que veo y quizás porque a Latido le haría falta una trama un tanto más compleja e interesante. Leo lo que he escrito y me repatea: no quería hablar de ellas, simplemente quería que se sepa que las he visto. Pero en realidad es esto lo que me repatea: el poner sus títulos para indicar que las he visto. Tampoco debería estar escribiendo sobre cine sino que mis ocupaciones deberían ser otras: leer la Eneida, estudiar un poco de gramática griega, acabar unas prácticas sobre la diátesis mediopasiva griega, o leer sobre Pinkster, afamado lingüista latino (latinista) que a finales del mes de noviembre vendrá a Santiago de Compostela a impartir unas conferencias en la facultad de Filología sobre Sintaxis Latina y con quien ocho futuros filólogos tendremos el placer de conversar en una especie de seminario-entrevista después de la conferencia. Todo eso me da lo mismo ahora y el motivo es muy simple: dentro de pocos días será más fácil que se me entienda. Acabo de leer una carta que Freud envía a un amigo con 17 años hablándole sobre el bachillerato y sus exámenes. ¡Qué depresión! Me he dado cuenta de que ni de broma voy a llegar, algún día, a escribir como él. Qué sintaxis, qué vocabulario (aunque esto también depende del siglo), pero qué profundidad, qué preocupaciones, qué ideas, qué maravilla. En fin… “Esplendor en la hierba” no se queda atrás como “opus artis”. Es una producción de Elia Kazan escrita por el celebérrimo dramaturgo William Inge, a quien sólo hace frente Tennessee Williams, y que protagonizan Natalie Wood y Warren Beatty. Las malas lenguas dicen que Kazan se lo pasó en grande durante el rodaje de Esplendor en la hierba. Vivía un affaire extraconyugal que le tenía muy ocupado. La película se rodaba en New York y el director iba por las mañanas al plató, en la pausa de la comida se encerraba en el camerino con su amante, la actriz Barbara Loden a la que había descubierto en Río Salvaje y que encarna a la hermana díscola de Beatty en Esplendor en la Hierba, por la tarde volvía tras las cámaras, y llegaba a las siete en punto al 212 de la 72 Este justo a tiempo para cenar con su mujer y sus hijos. También sabemos de Kazan que declaró voluntariamente ante el Comité de Actividades Antiamericanas, al que proporcionó una lista de posibles comunistas. Vistos estos dos puntos parece incluso normal que el genial director haya hecho una apología de la traición como “La ley del silencio” en 1954. Dos detalles a tener en cuenta de Kazan: es de ascendencia griega, estudia en Yale, y se afilia en 1934 al Partido Comunista Americano ya que su familia tuvo que superar un gran revés en la gran crisis del 1929: de ahí la importancia del crak en la película y la gran dosis de realismo por ejemplo en lo referente a la muerte del padre de Warren Beatty ya que el propio Kazan dice recordar, cuando era un mozo, en el 29 una muerte similar: un hombre que se había suicidado en New York en la mitad de una calle.La concesión del Óscar honorífico a Kazan “en reconocimiento a su larga, destacada e incomparable carrera” en 1999 reavivó una polémica que jamás le abandonó, y dividió a aquellos que aplaudían con dicho galardón su innegable talento profesional- avalado ya por dos oscars al mejor director conseguidos por “La barrera invisible” y por “La ley del silencio” de aquellos otros que, como el director Jules Bassin, obligado tras la caza de brujas a exiliarse de su propio país, encontraban perverso, dada la imposibilidad de separar su obra de su vida, premiar a “un traidor, que delató a algunos de sus mejores amigos, cuyas vidas y futuros quedaron destruidos; un aliado y cómplice del infame comité que avergonzó a nuestro país”. Otro de los puntos clave de Esplendor corre a cargo de Inge, quien se estaba psicoanalizando y vivía la etapa de comprensión y perdón paternofilial para poder superar las comparaciones. Gracias a esto podemos explicar su frase: “me gustaría contar una historia de cómo debemos perdonar a nuestros padres”. Muy interesante el tema que trata Inge. Esplendor en la hierba comienza con un largo y profundo beso de Bud (Beatty) y Deanie (Wood). Ambos son estudiantes de instituto en el sureste de Kansas en 1928. Bud pertenece a los Stamper: su padre, Ace, un tipo fogoso e iracundo, se está forrando con yacimientos de petróleo y su hermana es una chica díscola que ha vuelto a casa tras una aventura sexual que ha acabado en aborto (lo cual por supuesto la censura española de la época lo esconde camuflándolo como “lío”). Deanes es una Loomis, hija única. Sólo una cosa perturba la relación de Bud y Deanie: el rechazo de la madre de Deanie y de ella misma (quizás) a tener relaciones sexuales. La presión de los padres (los de el quieren que se vaya a Yale), (los de ella que no se acueste con su novio), destroza a la pareja. Esplendor en la hierba contiene ya desde su libreto un paralelismo entre el angustioso drama individual de sus protagonistas y el de Estados Unidos. Kazan asegura que intentó “hablar de América a través de una pequeña historia". Otro punto importante es la voracidad del sexo. Si Elia Kazan vivió dichoso sexual y sentimentalmente aquel rodaje, Beatty y Wood no se quedaron atrás. Lo suyo no fue un flechazo (Wood le puso el mote de “angustia mental” a Beatty al comenzar el rodaje) pero acabaron el rodaje como pareja. Todo un privilegio para Beatty, ya que compartió una belleza con el mismísimo Elvis. Pero ambos tienen varios amantes de por medio. Kazan dice haber elegido a Wood, una niña prodigio casi acabada con tan solo 21 años, por observar “un brillo de desesperación en sus ojos, oculto tras su fachada de joven esposa con modales”. Era justo lo que se ve en la película. Desesperación por libertad, por amor y por sexo. El propio filme es el primero de la época que muestra un beso francés. Lo mejor de la película es ver como siguen perdidamente enamorados el uno del otro en la última escena, que por cierto tiene algo de magia que encandila al espectador. Se quieren pero en esta vida hay que luchar por una felicidad limitada. ¿O no? El título es tomado de un verso de Wiliam Wordsworth:
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario