La ocasión brinda por el deseo
las miradas son más y más tiernas,
picante se torna la agudeza.
Tiemblas de valentía;
te planteas la pregunta
y te das respuesta
a ti misma.
Los halagos y requiebros
se vuelven ardientes;
no aceptamos sentido y fin
como previamente dados.
¿Por qué tanta piedad
y tan poco entusiasmo por la vida?
Todo se convierte
en un teatro contemplable.
Cae el telón
y nos encontramos jugando
con dos mundos,
¡Qué niños!
Pero todo brota de
una acción inconsciente.
Cautivos como sonámbulos
no dejaremos de preguntarnos
si al despertar todavía tendremos
sueño, un sueño.
Con lo fácil que hubiera sido, entonces,
echarnos a dormir en una cama
procurando amanecer
en mitad de ese sueño.
Debo seguir soñando
para no hundirme,
como el sonámbulo debe
seguir soñando
para no precipitarse
al
vacío.
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