Ocasión para una carta
Despiadada amiga:
"¿por qué no permites
que olvide por un día
la ley injusta
que yo mismo dicté?
Mi labio inoportuno
todavía está tímido:
no quiere volver a enojarte.
Todavía suspiro,
y mis alientos,
vuelan mudos
por el aire desconsolado.
¿Por qué lo niegas?
Quizá te vea y reconozca
aquel estrecho
pecho palpitante.
El furor nos calmará
aunque la razón nos exalte.
¿me crees?
Seguro que ha cambiado
tu acento lánguido,
seguro que eres otra,
que tienes otro semblante.
Te has ido con otro,
lo sé,
y es aun más galante.
Puede que deba resignarme
pero, al menos,
recuérdame olvidando aquel día
en que mezclamos
nuestros suspiros inalcanzables.
En este juego tuyo
tan sucio y frío
como repleto de indiferencias,
¿sabes cuánto significa
una mirada de las nuestras?
Ayer fui embebecido,
y si quieres, cobarde y dudoso.
Quizás hoy,
o puede que mañana
nos miraremos
a esos curiosos espejos,
que aunque huidizos,
jamás dejarán de amarse.
Aunque no hayamos
cruzado
el umbral de aquella puerta,
seremos nuestra delicia
recíproca, infámica,
hermética".
Atentamente...
No hay comentarios:
Publicar un comentario