jueves, 3 de diciembre de 2009

Orson y Rita


La dama de Shanghai, 1948



El personaje de Michael O´Hara (encarnado por un grande como Orson Welles) es uno de mis favoritos.

Dicen que este genio revolucionario del cine era un mentiroso. Recordemos que él se había hecho de una mentira capital: la invasión extraterrestre que narró por la radio. Había llegado a Hollywood como un niño prodigio, y Hollywood, en cambio, nunca lo entendió. Lo primero que rodó fue en Brasil: casi 120.000 metros de película. Será con El extraño con quien consiga cierto status. A esta película llega Welles tras su extraño exito y Rita recién convertida en la reina de Columbia por haber rodado Gilda. Se barajaron varios títulos para esta película: el original de William Castle If I die before I wake, el posterior Black Irish, Take this woman o The girl from Shanghai. Es sorprendente que los protagonistas estuviesen en plena separación matrimonial cuando realizan la película. Quizás Rita buscaba recuperar su amor. Ya dentro del argumento, Welles salva en el Central Park a Rosaline de una violación (que la censura se encargará de convertir en un pío atraco). Ella como recompensa, y porque el chico le gustó (también el personaje de Rita busca el amor dentro de la película), le ofrecerá un empleo como marinero en el barco de su marido,

un acaudalado y célebre abogado criminalística: Arthur Bannister (el actor se llama Everett Sloane: es bajito, pero vaya mirada). Con todo, la filmación de Lady from Shanghai no reconcilió a la pareja: les llevó al divorcio. Todos, al ver la película supongo que pensamos que el final, soberbio, por cierto, en el que Elsa es abandonada por Michael mientras se desangra en el suelo, era un desquite del director por aquellos años de matrimonio.

Welles dice de si mismo: “empecé en la cumbre y desde la cumbre y desde entonces no he hecho más que caer”. De Rita, que en realidad se llamaba Margarita Carmen Cansino, y sí, era hija de un bailarín sevillano Eduardo Cansino, se suele decir que es una mujer llena de una sensual sexualidad (que tanto gustaba a los soldados americanos), pero muy sobrepasada por el mito.

Yo adoro los primeros compases de la película: es decir, la confesión del protagonista. A Welles, en cambio, los primeros 10 minutos de su obra nunca le gustaron. Suele renegar de ellos. Llega a decir: “eran horribles. Cuando pienso en ello, me da la impresión de que no están hechos por mí. Se parecen a cualquier película de Hollywood. Y no sé por qué. Pero resultaron así de estúpidos”. ¿Por qué me viene a la mente precisamente ahora el refrán inglés que dice algo así como que los grandes genios siempre coinciden? A decir verdad sólo me gusta la confesión. Las escenas siguientes, y en especial el atraco, resultan caóticas.

Y con respecto a la célebre escena final de los espejos, sólo recordar una frase de Michael: “si supiera como iba a acabar todo me habría detenido en el principio”. En realidad estaba avisado: “te lo dije... no sabes nada acerca de la maldad”.

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