La traducción; un hecho cultural.
Madame Bovary, Flaubert. Traducción de Juan Bravo Castillo (Colección Austral)
Págs. 306,308.
“¡Adiós y buen viaje!-les dijo-. ¡Dichosos mortales! Y luego, dirigiéndose a Emma, que llevaba un traje de seda azul con cuatro faralaes, añadió: -¡Está usted bonita como un Sol! Causará usted sensación en Rouen. La diligencia paraba en el hotel La Croix Rouge, en la plaza Beauvoisine. Era una de esas fondas que suele haber en todos los arrabales de provincias, con grandes caballerizas y pequeñas habitaciones para dormir, por cuyos patios se ven gallinas picoteando la avena bajo los cabriolés llenos de barro de los viajantes de comercio; viejos albergues con balcones de madera carcomida que el viento hace crujir en las noches de invierno, siempre rebosantes de gente, de algaraza y de condumio, con sus mesas negras pegajosas de “carajillo”, con gruesos cristales amarillentos de tanta mosca, con sus servilletas húmedas manchadas de vino tinto, y que , oliendo siempre a aldea, como gañanes vestidos de domingo, tienen un café que da a la calle, y un huerto de hortalizas por la parte que da al campo. Charles se puso inmediatamente en movimiento. Confundió el proscenio con el paraíso, el patio de butacas con los palcos; pidió explicaciones pero siguió sin enterarse; anduvo del taquillero al director; volvió a la posaada; regresó otra vez a la taquilla, y así varias veces recorrió la ciudad de punta a punta, desde el teatro hasta el bulevar. Madame Bovary se compró un sombrero, unos guantes y un ramo de flores. Charles tenía miedo de llegar tarde y perderse el comienzo, de ahí que, sin apenas probar la sopa, se presentaran en el teatro cuando las puertas aún estaban cerradas (…) La sala iba lenándose; hacían acto de presencia los gemelos, y los abonados se saludaban al verse de lejos. Venían a evadirse, con el solaz de las bellas artes, de las habituales preocupaciones del comercio, pero, incapaces de olvidarse ni por un momento de los negocios, seguían hablando de algodones, de alcoholes o de añiles. Se veían allí cabezas de ancianos, inexpresivas y pacíficas, de cabellos y tez blanquecinos, semejantes a medallones de plata velados por un baño de plomo. Los jóvenes elegantes se pavoneaban en el patio de butacas, luciendo en la abertura del chaleco sus corbatas de color rosa o verde manzana; y Madame Bovary los admiraba desde arriba mientras ellos apoyaban la palma de sus manos enguantadas de amarillo en la empuñadura de oro de sus delgados bastones. Poco después encendieron las luces de la orquesta; la araña de cristal descendió del techo inundando de un súbito alborozo la sala con sus destellos; luego, uno tras otro, fueron saliendo los músicos, y por un momento se produjo un prolongado guirigay de bajos que zumbaban, de violines que rechinaban, de cornetines que sonaban, de flautas y flautines que gorjeaban. De repente se oyeron tres golpes en el escenario: redoblaron los timbales, subrayaron sus acordes los instrumentos de metal, y el telón, levantándose, dejó al descubierto un paisaje”.
Seguramente, teniendo en cuenta el propósito de nuestro trabajo, esto es, resaltar que la traducción es un hecho cultural (en lugar de ser lo cultural uno más de los factores que intervienen en la traducción), la elección del texto quizás no es la más idónea por ser la cultura francesa y la española demasiado semejantes. Aún así, pretendemos demostrar que cualquier traducción supone un hecho primariamente cultural de gran importancia para la cultura meta.La función de un texto cualquiera, como puede ser nuestro pasaje de Madame Bovary se determina por consideraciones que emergen de la cultura de la que sale, más que de su propia lengua: ¿Cuál es la función de Madame Bovary? ¿Qué supone la traducción al castellano del original francés? ¿Simplemente un texto nuevo en castellano? La respuesta debe ser no. Las traducciones acaban significando no solamente un texto en lengua meta (en lengua castellana en nuestro caso), sino que implican cambios en la cultura receptora. La visión fallida del movimiento romántico, lo trágico, lo puramente trágico, presente en Madame Bovary ¿acaso no acaba influyendo considerablemente en la Literatura Española, por ejemplo, en Clarín y en su La Regenta?El paralelismo entre las obras resulta evidente. Pero, preguntémonos ¿por qué motivo la traducción de Madame Bovary deja de ser una actividad lingüística para convertirse en un fenómeno importante de la cultura meta? Quizás la respuesta sea que la propia traducción (en un primer momento) de la obra de Flaubert obedecía a las necesidades de la cultura meta, es decir, en este caso la “cultura castellana”. Hoy en día se sigue traduciendo el libro (nuestro texto es una traducción muy reciente) debido a que éste se ha convertido en un clásico, ha entrado en el canon, y su estudio y lectura es necesario para la explicación de cierta étapa “histórico-literaria”. De este modo vemos que las traducciónes son hechos de la cultura meta, es decir, que pretenden solventar los problemas o carencias que estas albergan. En toda traducción ocurre que se introduce en la cultura meta una versión de algo que ya existe como propio en otra cultura diferente. Pero ¿lo que se introduce puede ser ajeno totalmente a la cultura meta? Rotundamente no. Si los traductores de Madame Bovary o de cualquier otro texto, considerasen que la traducción de un libro no iba a tener ningún efecto en la cultura meta (es decir que su libro no se leería o que no influiría en nada por no comprenderse) , entonces, no lo traducirían. Lo que se introduce no puede ser ajeno a la cultura meta; no tendría sentido, nadie lograría entenderlo. Una traducción nunca puede estar lejos de la cultura que la recibe. Este trasvase (la traducción de Madame Bovary al castellano), en definitiva es un enriquecimiento para los pueblos receptores, quienes ven como otra cultura influye en la suya. La primera traducción de Madame Bovary quizás se llevó a cabo debido a que en la Literatura Española existía una carencia de este tipo de novelas, que parodiaban o satirizaban lo romántico. De este modo vemos que la traducción es un fenómeno puramente intercultural. ¿Y si se efectuase una traducción al gallego o al euskera a partir de la traducción castellana de Madame Bovary? Lo que ocurriría sería que nuestra posición, que es, al fin y al cabo la que defendía Toury en Los estudios descriptivos de traducción y más allá, se vería reforzada, ya que el que las traducciónes sirvan como base para posteriores transferencias culturales no hace sino corroborar nuestra orientación de la traducción al ámbito de la cultura meta. ¿Y esta nueva traducción de Juan Bravo Castillo de Madame Bovary efectuada en 1994, aporta algo nuevo a la cultura meta, a la cultura castellana? Toury nos dice: “Como tal, su introducción en una nueva cultura meta siempre entraña algún cambio en la misma, por leve que éste sea. Sin duda la cuestión de la novedad es cierta para la enésima traducción de un texto a una lengua” La “enésima” traducción de Madame Bovary tiene sentido porque la cultura meta evoluciona y la primera traducción de la obra de Flaubert no tendría vigencia hoy en día. Una vez más vemos (cuando afirmamos que si la cultura meta cambia, la traducción de la obra a la fuerza debe actualizarse) que la traducción es un hecho primordialmente de la cultura meta. Por lo tanto podemos constatar que la traducción no sólo se produce entre dos lenguas diferentes, sino también entre dos culturas; la traducción no deja de ser, pues, una comunicación intercultural. Y quizás, el mayor problema al que se enfrente un traductor sea al trasladode los elementos culturales que existen en una obra (literaria o no). Para resolver dicho problema el traductor ha de conocer bien ambas culturas (original y meta) para ser quien de resolver los elementos culturales que, ímplicita o explícitamente, translucen en los textos. ¿Y cuáles serán los tipos de difernecias culturales que pueden surgir entre diferentes culturas, como por ejemplo, la francesa y la castellana? Diferencias religiosas, ecológicas, orográficas, sociales, geográficas, etnográficas, folkloricas, mitológicas, diferencias de objetos, diferencias en organizaciones, diferencias políticas, diferencias gestuales, diferencias de saludos, de cercanía entre hablantes, diferencias en cuanto a la vestimenta, diferencias emocionales, diferencias éticas, diferencias de arquitectura urbana etc. Tenemos gran variedad de diferencias culturales. Esta diversidad no hace sino poner de relieve la dificultad intrínseca que supone dar cuenta de los distintos elementos que conforman cada cultura. Además es importante también el tipo de relación que existe entre la cultura meta y la original. ¿Cultura dominante a cultura minoritaria? ¿Cultura minoritaria a dominante? ¿Paridad entre las culturas? ¿Se trata de culturas cercanas? Estos factores son importantes para el traductor a la hora de solucionar las diferencias culturales. Las técnicas empleadas por éstos para solventar la diferencia entre culturas son realmente variopintas y su empleo es normalmente funcional: adaptación, amplificación, elisión, préstamo, exótismo, calco… Con este hecho, una vez más nos encontramos ante la perspectiva dinámica que alberga la traducción. Debemos decir que el pasaje de Madame Bovary que hemos escogido es un texto que ha sido traducido al castellano, es decir a una cultura que se semeja bastante a la original francesa. La paridad entre las culturas francesa y castellana es notable, y asimismo es evidente que son culturas cercanas. Quizás si hubiesemos escogido un texto cuento chino o un haiku japonés las diferencias serían más explicitas, más faciles de percibir. Pero hemos querido realizar nuestro trabajo sobre este texto de Flaubert para señalar que no sólo entre culturas lejanas se producen diferencias y éstas llevan a problemas en la traducción, sino que tales problemas están presentes entre culturas, por así decirlo “contiguas”. El haber esogido, por lo tanto, el presente pasaje de Madame Bovary no ha sido al azar sino que fue una elección ad hoc.Comencemos por la despedida que tenemos en el principio del texto. En nuestra cultura, debido a que se trata de una muy cercana a la original, no nos llama demasiado la atención, pero ¿un hablante español se despediría con un halago a una dama? ¿o esto es una prueba de la galantería francesa? Quizás esto sólo deba quedar a título hipótesis, pues quizás partamos de un prejuicio o de un estereotipo. Pero a un hablante chino o keniata es seguro que la forma de despedirse, gritando y exclamando, iba a parecerle extraña. Sigamos por los elementos espaciales: “Rouen”, “La Croix Rouge”, “plaza Beauvoisine”, “era una de esas fondas que suele haber en todos los arrabales de provincias”, “bulevar”. Bien, los elementos puramente geográficos (y que no tienen sentido en lengua castellana) como “Ruen” el traductor no tiene más remedio que trasladarlos enteramente del original al texto meta. Pero ¿y La Croix Rouge y Beauvoisine? ¿Por qué decide no transcribirlos si pueden tener traducción? “La cruz roja” y “la plaza de la buena vecina” serían adaptaciónes al castellano. Quizás quien no tenga conocimiento de francés, comprenderá mejor, de esta forma, el texto. ¿Pero realmente pasarían por nombres de plaza y de hotel españoles? Seguramente no. Las diferencias culturales también están presentes en la nomeclatura. Seguramente existan pocas plazas en España que se llamen “la de la buena vecina”. Por otra parte, cuando se refiere a “fondas que existen en los arrabales de provincias” no podemos dejar de preguntarnos si en Francia existen fondas, en el mismo sentido que en España, y si los arrabales de provincias franceses a los que se refería Flaubert son totalmente equivalentes a los de la cultura meta. Pasemos ahora a las diferencias religiosas. Francia y España son supuestamente católicas. Ahora bien; un inmigrante musulmán que llega a España y toma el libro de Flaubert en lengua castellana, ¿comprendería la frase: “como gañanes vestidos de domingo”? Seguramente no entendería a que se refiere Flaubert o Juan Bravo Castillo cuando dice “vestidos de domingo”. El autor hace referencia al gusto por la apariencia y a todo lo que supone en la cultura católica “vestir de domingo”, pero ¿cómo traduciríamos esto a un idioma que no formase parte de la cultura Cristiana-Católica? ¿Cómo traduciríamos, asimismo, al chino o a una cultura no católica “confundió el proscenio con el paraiso”? No existe, en este nuevo caso, tampoco, problema alguno para la traducción al castellano, pues las culturas son semejantes y los aspectos religiosos muy similares pero quizas nuestro hipotético lector inmigrante tampoco entendiese el pasaje, ya que el paraíso es algo típico del Cristianismo, (al igual, por otra parte, que lo es el proscenio del mundo occidental). Con estos dos ejemplos podemos observar la importancia que tenía la religión en el siglo XIX. En cuanto a las diferencias culturales relacionadas con aspectos como los colores, tenemos una diferencia notable cuando se nos dice “que llevaba un traje de seda azul”. El traductor instala una nota a pie de página para informarnos de que el azul es muy característico en la novela de Flaubert y sobre todo con relación a su protagonista femenina; pero ¿tiene las mismas connotaciones el azul en Francia que en España? Quizás no. No está muy claro qué pretendía Flaubert al emplear siempre este color con Emma. No está muy definido qué matiz buscaba y quizás por eso se ha dejado en la tradución el color “azul” del original francés. Después nos encontramos con “mesas negras pegajosas de carajillo”. Es evidente que en Francia no existía el carajillo y con tal motivo nos damos cuenta de que la traducción supone un hecho de la cultura meta. Se ha substituido seguramente un licor típico francés por el equivalente más extendido en el ámbito cultural español, como es el “carajillo”. Otra diferencia cultural la tenemos en la vestimenta: se nos dice que Madame Bovary se compró “un sombrero y unos guantes” y que tenía un vestido con “cuatro faralaes”. Podríamos preguntarnos si las burguesas españolas vestían con guantes y sombrero y con vestidos que poseían cuatro faralaes o si por el contrario había diferencias entre ellas. Lo que es seguro es que en una cultura más lejana se apreciaría mejor la diferencia y nos percataríamos mejor de que las traducciónes son entes de la cultura meta y que necesariamente se separan del original. Otra diferencía, un tanto forzada podríamos encontrarla cuando el autor propone: “se ven gallinas picoteando la avena bajo los cabriolés llenos de barro de los viajantes de comercio”. ¿Quizás en la cultura castellana esa función simbólica que efectúan las gallinas en la cultura francesa la desempeñarían mejor las obejas? Es simplemente una descripción y quizás carezca de valor simbólico; es posible que Flaubert no estuviese pensando en representar mediante la “gallina” al animal típico para el sustento provinciano, pero quizás en Castilla esa función la desempeñaría mejor la oveja o el cerdo. Ni que decir tiene que en culturas de índole más marina como podrían ser las nórdicas esta función la desempeñarían otros animales, como podrían ser las focas o algún tipo de pez. La última gran diferencia que prentendemos mencionar es la que supone toda la descripción del teatro y de la música que corresponde a la parte final de nuestro pasaje. En la cultura urbana castellana son frecuentes estas actuaciones teatrales y orquestales, y las diferencias culturales no van a notarse demasiado. Pero ¿y si es un lector “de provincias” el que lee el texto? ¿No ocurrirá que no entenderá demasiado la descripción? Quizás esto ocurra también en la propia cultura francesa. Por extensión, si una persona de una cultura que no posea representaciones teatrales ni orquestales decide leer Madame Bovary, necesitará una traducción que le explique qué supone tales representaciones o que, por lo menos, describa una situación equivalente en su cultura a la desarrollada en el texto. Quizás este paso intercultural, que no es fácil de la cultura francesa a la castellana (veamos por ejemplo las diferentes formas de sonar de los instrumentos “los bajos zumbaban, los violines rechinaban, los cornetines sonaban y la flautas gorjeaban”) sea casi imposible entre culturas demasiado alejadas. Si es un hecho casi imposible no cabe duda de la traducción va a suponer un subsistema por si mismo, pero que pertenece, evidentemente, a la cultura meta, y que esta cultura, lejana o cercana, se va a ver influenciada por tal traducción. La traducción es un hecho cultural.