“Eres distinta. Te pareces a mí.
No te conformas con cualquier cosa.
No quieres seguir siendo una camarera.
Tú y yo juntos nos abriríamos
Camino a través de este estado:
Y de Kansas, y de Missouri y de Oklahoma.
Y todo el mundo se enteraría.”
Bonnie and Clyde, la de mil novecientos sesenta y siete, la de Arthur Penn, es una balada que finaliza con un gran ballet. Exalta con mucho romanticismo la imagen del forajido, del gángter. Warren Beatty y Faye Dunaway la protagonizan. Fue el escalón que precede a las atrevidas películas de los años setenta. Warren estaba arto de los (ya) carcas de Hollywood. Por eso se atrevería con películas tan complejas como Rojos. Estaba cansado de que a Brandon, Dean y Monty se los tomase en serio y a él le calificasen de playboy. Coincide con Truffaut en París y éste le recomienda el guión de Bonnie and Clyde. A nadie, ni al propio Truffaut ni a ninguna productora importante le convenía hacer esta película (había un menage á tríos entre los protagonistas y Moss, su ayudante). Warren lo leyó y dijo: “Lo he leído hasta el final. Ya sé a qué te refieres, pero sigo queriéndolo hacer”. Finalmente Clyde pasó de ser un homosexual amante de los tríos, a impotente. Para el papel de Bonnie Parker probaron a Tuesday Weld, Ann-Margret, Carol Lynley y Sue Lyon (Lolita). Jane Fonda declinó cualquier posibilidad porque vivía en Francia. Pensaron en Shirley MacLaine, hermana de Beatty (evidentemente cuando él decidió ser el protagonista la descartaron). Años después, Beatty recordó que también le ofreció el papel a su ex pareja Natalie Wood. Tras una larga charla telefónica, Word lo rechazó. Esa misma noche la actriz intentó suicidarse pero su ama de llaves la descubrió aún con vida. Penn fue quien propuso a Faye Dunaway, a pesar de que era mucho más alta que
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