Esta mañana nos levantamos a las seis y pico para estar a las siete desayunando. Cogimos un bus (con billete) y nos fuimos a la estación de tren para comprar algo para el viaje a Lucca. Nos subimos y en el trayecto fuimos un rato y comentamos nuestras lecturas (Óscar “Bobary” y yo “100 años”). Pasó una revisora y vio nuestros billetes y no dijo nada, ni siquiera que escribiéramos la fecha, por lo tanto, no lo hicimos. Yo dormité. ¿Cuál fue mi sorpresa al despertar, unos veinte minutos antes de llegar a Lucca? Había un revisor pidiéndonos los billetes. “Tendríais que haber escrito la fecha antes de subir al tren”, decía en un italiano fácil de entender. No sabíamos nada, pensamos que la fecha lo tendría que escribir el revisor, dijimos nosotros, inocentes. You have to pay 50 Euros Each. Gritó. Nos quedamos asustadísimos. Óscar se negaba a pagar, intentaba explicarle: “Listen one second” que la revisora ya había pasado y el hombre no cedía. En otro italiano, más macarrónico todavía, dijo: 50 entre los dos. En ese punto todo nos empezó a oler mal. No tenemos dinero, insistimos. Le enseñé mi cartera. Sólo tengo fifteen. No fifty, fifty no: fifteen. Finalmente me pidió el DNI para enviarme la multa a casa y después de ver mi cartera y asegurarse de que no tenía más de 15 se marchó murmurando, pero sin multa. Timador embustero. Llegamos a Lucca extasiados por el susto y descojonándonos de risa. Disfrutamos de la gente en bicicleta con sus mascotas en los cestos. Sus calles estrechas y sus vecinos saludándose con una sonrisa y un abrazo. Los turistas pasábamos un tanto desapercibidos. Un señor mayor nos dijo “Hola, ¿de dónde sois?”. Con acento latino. Españoles de Galicia, dijimos. ¿Y usted? ¿También es español? Dijimos. No “Español de Lucca contestó. Soy de aquí pero viví algunos años en Colombia y leo mucho a García Márquez y me encanta hablar con los turistas. Era encantador. Nos recomendó muchos sitios y nos explico cosas singulares del lugar. Por la tarde nos dirijamos a Pisa. Donde, después de ver los monumentos con celeridad, dormimos una siesta entre miles de turistas. Volvimos a tomar un tren y de vuelta a Florencia compramos algo en un super. De camino al albergue en bus hicimos algunos amigos que también venían a nuestro palacio. Dos francesas (pijas de París) y un americano (Paco). Cenamos con todos los sevillanos y con Paco. Jugamos a los dados y al Yiha.
El texto original de mi prima está un poco modificado por mí. Sólo un poco.
2 comentarios:
jiji lo que daría por verte hablando en inglés con el italiano timador x)
jo y menudo viaje...la de historias que tenéis!!
Fue fácil porque lo único que tenía que hacer era que él no me entendiese (y puedo ser muy liante).
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