Mi hipotética clase perfecta de griego. El profesor debe llegar a clase a una hora prudente, teniendo en cuenta que es la primera de la mañana. Eso gusta a la mayoría de los alumnos. El profesor debe sacar su texto original griego y comenzar a explicar algo que en la clase anterior no había quedado lo suficientemente claro (los alumnos admiran en este punto la dedicación del docente): “con respecto al ejemplo de yuxtaposición del pasado lunes debéis tener en mente que es un ejemplo bastante extraño ya que la subordinación y la coordinación son lo normal en griego”. Mientras, debería encender, para que no constituya una pérdida de tiempo, el ordenador y el proyector. Para lo cual, será necesario que conecte devidamente la clavija de la electricidad general del aula. Si ésta se encuentra bajada podríamos crear una especie de confrontación, siempre de manera sana y metafórica con la persona encargada de recoger las clases. Proponemos lo siguiente: “Vaya, ha vuelto a pasar por aquí el apagador. Parece Terminator el tío. Hasta la pantalla apaga el muy enfermo... joder, es que ya son ganas de apagar. Sólo falta que borre las teclas”. Si el proyector tarda en activarse, directamente no enciende, o no hace el ruido que debería, el profesor deberá hacer un comentario jocoso del tipo: “parece que a este proyector hay que convencerlo para que arranque”. Una vez que consigue la sonrisa y el dominio total del aparato debe proceder a una explicación más o menos seria sobre el contexto de la porción de texto que va a ser objeto de traducción. Serviría esta: “me veo obligado a recordaros que Medea descuartiza a su hermano para tener entretenido a su padre y así conseguir tiempo para escapar. Los estudiosos relacionan este hecho con el topónimo τομοι (verbo τεμνω, “cortar”) que como ustedes recordarán es el mismo lugar donde, por motivos que todavía hoy en día no están despejados y claros, Ovidio fue desterrado por Augusto, a orillas del Mar Negro.” Siempre es conveniente rizar un poco el rizo así pues podríamos recordar la explicación que se ofrece sobre el hidrónimo griego que tiene como referente el Mar Negro: Ποντοϲ ευξεινοϲ/ αξεινοϲ, “simplemente es el mar que admite bien a sus huéspedes”. La explicación sorprenderá, sin duda, a los alumnos. Se supone que los griegos llegaron a esta zona y recibieron el nombre del mar de los Iranios que lo denominaban “aseina”. Los helenos lo adaptaron y llegaron así a ευξεινοϲ. Lo sorprendente es que la palabra irania “aseina” sí significaba “negro”. Tras las interesantes explicaciones en espiral sería preciso, ahora sí, traducir durante al menos 10 minutos sin interrupción. Los alumnos cambiarán su semblante, estarán rígidos, es decir, fríos, hasta que comience la interesante explicación etimológica de alguna que otra palabra: la aparición del verbo χαρασσω podría llevarnos, por poner un ejemplo, a aludir a “exasperarse” o simplemente a χαραξ “estaca”. Entonces a algún alumno inteligente, uno un tanto pelota, o simplemente el típico curioso preguntón, le vendrá a la mente “Caraculum” y el profesor deberá relacionar al animal con las estacas. Otra variante podría ser señalar la proximidad o la total equivalencia entre las palabras próximo y prójimo. Algún aspecto teórico presente en el texto podría ser explicado con detenimiento llegados a este punto en el desarrollo de la clase. Como el texto a explicar versa sobre Medea sería factible la mítica teoría acerca de la κολχιδε, de χαλκοϲ y del pueblo de los χαλυβεϲ (pertenecen al mismo campo semántico, al “bronce”). Pero ya basta de etimologías, no hay que saturar: μηδέν αγαν “nada en exceso” diría el verdaderamente virtuoso. Una clase de traducción no podría completarse sin la alusión a un tópico literario. Como ejemplo podemos proponer el básico λογοv-εργον presente en la literatura griega, ¿quién sabe si con anterioridad a Homero? Por último tendríamos los diez minutos finales. Deben ser la cima de la clase. El profesor se transformará en el dios de los alumnos. Apoteosis. Se debe avanzar en el numero de versos en este punto ya que lo normal es que el ritmo de la clase sea mucho más pausado durante los primeros 40 minutos debido a las variadas actividades y explicaciones. Cuando la clase finaliza, cuando suena el timbre, sin dilación se procederá al cierre del sistema informático y electrónico. Mientras este se realiza llega el mejor momento. Las ironías, las críticas ácidas, los chistes (que cuando ya hay algo de confianza con los alumnos se deben intercalar en mitad de las clases, esto es elemental): cuando aparezca algo sobre algún banquete griego se hará alusión a los supuestos intelectuales que en ellos participaban y para defender estas reuniones (que muchos tildan de orgiásticas) podremos recordar “debéis recordar que estamos, todavía aquí, a años luz del botellón”.
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