miércoles, 25 de febrero de 2009

Montefaro

Tras el desastre de los incendios de hace dos o tres veranos, el sábado fuimos al Montefaro, monte cercano a mi casa, para hacer senderismo. Se encuentra en la frontera entre Salceda de Caselas y O Porriño. En el practican las mejores escuelas de alpinistas de Galicia. La gente llama “la muela” a su peña máxima. Los grandes paisajes graníticos dejan a uno boquiabierto. Creo que por la parte trasera de este monte hay caballos bravos. Ya los clásicos como Estrabón o Plinio, hablaron de los (en gallego) “aquelados ligeros”, a los que les atribuyeron antiguas leyendas sobre su origen en yeguas preñadas por el Céfiro y el Favonio. El Céfiro, cálido y suave viento del oeste, hijo de Eolo y la Aurora según la tradición. Una cosa que me llamó la atención fue el “estacato” que efectuaban los pájaros. El canto de éstos, en primavera, suele formar parte del cortejo. Lo utiliza el macho para atraer a la hembra. Las aves tienen unas membranas situadas en la parte inferior de la tráquea, en una estructura que se llama siringe. Estas membranas vibran. Las diferentes clases de pájaros producen cantos distintos, porque la forma de su siringe y el número de músculos que la activa varía según la especie. Además, los pájaros hacen otros sonidos. Tienen voces de alarma que otras especies conocen como señal de peligro. Los cantos difieren unos de otros por su tono, pauta, ritmo y calidad. Hay aves como la cigüeña y el pelícano que no tienen voz. Me fijé también en sus colores y me di cuenta de que las aves con los colores más brillantes pasan la mayor parte del tiempo en árboles, o en el aire, mientras que las aves más opacas, con colores apagados viven en el suelo o cerca de él. Su parte superior suele ser más oscura que la inferior. Creemos que la naturaleza les ha dado estos colores para que no sean fácilmente descubiertas pro sus enemigos depredadores. Quizás también sirvan sus colores para atraer a una buena pareja. Por último recuerdo que pisé, justo en la cima a una lombriz de tierra. La partí a la mitad. La dividí. Seguía viva y moviéndose. Me pregunté cómo podía hacerlo. Cuando llegué a casa y constaté que poseía cinco corazones, me sorprendí mucho.

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