sábado, 27 de diciembre de 2008

¿Una navidad sin cine?

El otro día bromeaba con alguien sobre política: ella me hablaba de su padre, creo, o de alguien muy cercano. Me decía que siempre respetaba aquello que decía “su partido”. El sujeto era incapaz de desobedecer una orden o un decreto de aquellos a los que había votado. Me recordó mucho a Ninotchka. Y siempre es grato tener en mente a Greta Garbo: la diva del cine, la que siempre estaba callada, la estrella del cine mudo. ¡Garbo habla! Se anunciaba cuando la estrella del cine mudo debutaba en el cine con diálogos. Nueve años y unos clásicos después, la historia del cine ya estaba lista para un nuevo cambio: Garbo ríe, la diva ríe. Pero solo ríe cuando se enamora de un sofisticado “parisino” llamado Melvyn Douglas. Se trata de una obra maestra con la que seguro que nadie se aburre: guión, en parte, de Billy Wilder, y dirección para Ernst, el mago, Lubitsch. Y yo me quedo con el director y con su forma de explicar su talentoso toque personal: “Al menos dos veces al día el más digno de los seres humanos se comporta de manera ridícula”. Además ·Ninotchka· hace pensar en lo entrañable y en lo desastroso de la antigua URRS. Tras la diva sonriente vi “El hombre elefante”. Sobre esta película del famoso David Lynch, conocido por mi parte por films interesantes como “Cabeza borradora” o por “Mulholland Drive” esta vez no cumplió las expectativas que había depositado en él. Lo mejor creo que fue ver a Anthony Hopkins con pelo. La película es demasiado lenta y previsible como para conseguir que el público permanezca atento durante casi dos horas. A pesar de mi opinión ha estado nominada ocho veces para el Oscar. John Merrick (Jonh Hurt) es severamente deformado al nacer por una extraña enfermedad. Su cara, groseramente desfigurada, muestra los rasgos de un elefante. Atrapado en un espectáculo ambulante de criaturas deformes, Merrick sufre abusos y el tormento de su “amo” hasta que un joven cirujano, “(véase la archimportancia y el archipoderío de los médicos a finales del XIX, la cual derivó en que estén tan bien vistos en nuestras modernísimas (con ironía) roles sociales, y en que todo hijo de rico o buen vecino quiera estudiar medicina en nuestros días)”, el doctor Frederick Treves (Hopkins) le rescata. El único momento, para mí, digno de mencionar de la película: cuando Treves, el cirujano, y el director del hospital, descubren que tras la monstruosa fachada de Merrick yace un hombre amable, educado y muy apacible que sabe recitar de memoria el salmo 23 de la Biblia. Por último me queda “La última vez que vi París”. En ella ocurre que el escritor americano, Charles Wills regresa a París donde recuerda su vida en la época de la liberación francesa. Logra triunfar como novelista tras muchos intentos fracasados y se propone recuperar a su hija Vicky confiada a la custodia de su cuñada desde el trágico fallecimiento de su querida y odiada esposa, una tal Elizabeth Taylor. También actúa Donna Reed.Evidentemente se trata de un film que no está a la altura de la obra maestra que años después rodaría Brooks; "La gata sobre el tejado de Zinc. El personaje más facinante: el padre de la novia y de la cuñada del escritor. Da un poco de nostalgia volver a ver a París, aunque sea en los años cincuenta y en la pequeña pantalla.

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