lunes, 8 de junio de 2009

Siddhartha se hubiera quedado en la terraza.

Me regalaron un libro, Siddhartha, de Hermann Hesse, por mi cumpleaños. ¡Cuántas cosas! Hesse, 1877-1962, está hoy en día muy en boga por su búsqueda del yo profundo mediante una síntesis de espiritualidad pseudoccidental y asiática. Lo publicó en 1922 y resultó ser una de sus novelas más célebres. Plantea el problema espiritual del hombre y plasma la experiencia que vivió el propio autor durante un viaje a la India que emprendió en 1911. Empecé a leerlo inmediatamente después de recibirlo. A menudo en estas dos o tres semanas fui a tumbarme en las escaleras de la plaza compostelana La Quintana. Resultan bastante incómodas al principio. Después te acostumbras y empiezas a valorar otras cosas como el fresco de la piedra, el correr de los niños, o el sonido de fondo del jazzman. Fui varios días, pero entre apuntes de clase y otro libro que estaba leyendo antes que el de Hesse, no había podido finiquitar el breve Siddhartha. Así pues, este fin de semana pasado me lo tomé como una meta. El viernes en el viaje en tren me pegué, alternando con alguna que otra conversación, un gran atracón. Lo acabé ayer por la noche después de que viniese un amigo a casa y jugásemos al billar. Ocurrió lo inusitado: perdí con él. Le quedó buen sabor de boca y me dijo que me cambiase y que me fuese con él. Yo, testarudo, cuando lo acompañé para cerrar el portal, noté que, a pesar de que la lluvia había predominado durante todo el día, se estaba a gusto al aire libre. No lo pensé más y me dirigí hacia mi terraza de lectura veraniega con Siddhartha en los brazos:

“Por la noche admiraba el orden de las constelaciones en el cielo, y la media luna que, como una barca, flotaba en el espacio azul.”

“ Lo primero que aprendió de él fue a escuchar, a prestar oído con el corazón en calma, con el ánimo abierto y expectante, sin apasionamiento, sin deseos, juicios y opiniones.”

Es una preciosa novela ambientada en la India Clásica, con un protagonista que piensa y siente que lo que el hombre debe hacer es encontrar el camino hacia sí mismo. Lo realmente paradójico es que no deje escapara antes a su propio hijo de sus ataduras, de sus brazos. El final: Siddhartha y su amigo Govinda, dos ancianos y una conversación preciosa. Mi profesor de Sánscrito me dijo que había una traducción al latín de este libro. Tanto éste libro como, según dicen, su obra más conocida, El lobo estepario (Steppenwolf de 1927) exploran lo hondo del espíritu.

4 comentarios:

Raquel dijo...

la quintana rules :)

e India también lo parece...siempre quise ir allí!

Ó dijo...

Sigue siendo una cultura oriental, recuerda.

Raquel dijo...

No me escuchas, si es que cada día lo tengo más claro ;D Dije chino/japonés, no oriental. Y sigo luchando contra ello jaja

Eos dijo...

Hesse encontró consuelo en dos cosas: la sabiduría oriental y el psicoanálisis. Y parece que le sirvieron de algo, porque desde los 15 años ya no se volvió a intentar suicidar, pese a ser un lobo estepario...