En las conferencias a las que estamos acudiendo en la facultad de Historia de Santiago sobre psicoanálisis los jueves (19:00-21:00h) se aprende más charlando con el ponente que prestándole atención y tomando notas. Siempre ocurre así. O eso parece, al menos. Hablamos del subconsciente y de los psicóticos el otro día. El profesor que daba la "clase" empezó bien: dijo que lo que Descartes deja atrás lo recupera el psicoanálisis 200 años después. Lo que hacen es buscar el sujeto de la duda de Descartes. Me enteré, por ejemplo, en la primera media hora de que un psicótico no duda. Eso me tranquilizó porque yo dudo mucho. Hablamos también de que Alfredo Hitchcock odiaba y amaba (como Catulo ya dijo Odio et amo) a las rubias. Todas sus protagonistas lo eran. Y también bastante frías. Se dijo en aquella sala que Hitchcock era un director psicoanalítico sin saberlo. Preguntó el conferenciante a su público donde se veía representado, en qué lugar se manifestaba en sus peliculas el subconsciente del genial director: yo le dije a mis compañeros en voz baja: en los camafeos. Tenía razón. Todavía me pregunto por qué no lo dije en voz alta. Dejando de lado al genio del suspense se trató un tema interesante: el modo de vivir. Se dijo que el realizar una aventura o algo extraordinario no hace mejor a quien efectúa tal hecho que quien prefiere no hacerlo. Estoy completamente de acuerdo, aunque si me dan a elegir prefiero vivir una vida de altibajos que una vida monótona, pero tranquila. En realidad no tengo claro este punto, y menos ahora. Por otra parte tengo una amiga que alude constantemente a mi niñez, o a la ausencia de la misma: el otro día me acordé de ella en la conferencia porque el conferenciante dijo: "los niños son perversos, no aman". "Los padres no pueden ser amigos de los niños: tiene que haber una franja, que es su palabra: la ley para ellos". Eso creo que es la educación. Después el conferenciante me dió una gran idéa para hacer un poema que algún día mostraré: "los labios se chupan a si mismos, el objeto es sólo una excusa". Toda la conferencía estuvo movida por un principio de entropía, pero fue soberbia, hay que reconocerlo. El psicoanalisis, por lo menos, nos hace pensar, y no sólo en nosotros mismos. El principio de entropía, muy cercano a mí, (terminología procedente de la física y de la filosofía) es en psicoanálisis algo un tanto análogo, creo, a lo que llaman la pulsión de muerte: pulsión de donde parten muchos elementos y comportamientos diferentes, por ejemplo, de esta pulsión nace el amor. La explicación dada es la siguiente: el amor saldría de la muere porque los amados, ambos, al amarse, se juntan y mueren. Mueren al unirse, perdiendo cada uno sus características específicas. Quizás es a eso a lo que tenga miedo el ser humano cuando comienza a amar ¿no creéis?
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4 comentarios:
Desconozco realmente cómo he llegado hasta este blog pero me parece interesantísimo todo lo que he leído por ahora (que es bastante)y me he sorprendido de ver que es alguien de mi misma edad. Ya te había tomado por alguno de mis profesores de la Fcultad de Filología. Enhorabuena, me he visto obligada a firmar. Perdón por la intromisión.
Todo un placer marion-crane. No puedo llegar a tu blog. No me deja entrar (y ahora tengo curiosidad). Jeje. Nada de intromisiones: si se publican cosas en internet es para que se lean y se comenten, si no no tendría sentido, no crees? Un saludo!
Ésta es una de las entradas que más me han gustado. He aprendido y reflexionado y, posiblemente, no se me vaya de la cabeza por un tiempo, hasta que llegue a algún punto que me resulte convincente.
Me ha impactado muchísimo la frase: "los niños son perversos, no aman".
No, definitivamente no se me irá de la cabeza...
Me encanta este blog,
un saludo.
A mí también me impactó Osore. Y mucho. Me hizo pensar como tu dices y comprendí ciertos comportamientos de algunas personas (niñas y niños mayores incluso). Para amar bien hay que ser muy maduro, creo yo. El psicoanálisis parece muy interesante verdad?
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