martes, 28 de abril de 2009

Acordar algo

Vuelves a permitir
que te acaricie el cuello
y lo rodeo con mis brazos,
y tú pones una yema delicada
sobre mi duro pecho.
Creías que tus senos,
hechos para el tacto,
no podían consentir
que los rozasen
mis dedos.
Y pensabas:
“que no se le ocurra darme
ningún beso”.
Coincidíamos.
Estábamos de acuerdo.
Fumamos una pipa.
Firmamos una tregua.
Vaya par de insensatos
quinceañeros.
La mayor de las ilusiones
el estar de acuerdo.

No hay comentarios: