lunes, 20 de abril de 2009

Memorias de Casanova

En el mes de mayo, Zaira se había vuelto tan bella, que teniendo yo ganas de ir a Moscú, no tuve valor para dejarla en San Petersburgo. Cada sábado iba yo a los baños rusos con ella. Treinta o cuarenta hombres y mujeres, todos desnudos, se bañaban juntos. Como nadie mira a los demás, cada cual cree que los otros no le miran a él. Me sorprendía que nadie mirase a Zaira, que me parecía el original de la estatua de Psyché que yo había visto en la Villa Borghese en Roma. Tres cosas habían contribuido a que la muchacha se enamorase locamente de mí: en primer lugar, yo la acompañaba a menudo a ver a su familia, a la cual dejaba siempre un rublo como regalo; en segundo lugar, la hacía comer conmigo; y por último, le había dado tres o cuatro palizas, a causa de sus exagerados celos que le hacían cometer impertinencias y hasta la llevaron al extremo de quererme matar.

¿Estamos ante un caso de violencia de genero / machista / doméstica? Sin duda lo parece. Y, cosas de la época, se atreve a escribirlo a pesar de que la muchacha no era de baja alcurnia. ¿Y si ella le pegase a él? ¿Sería violencia de género / “machista a la inversa”/ doméstica? No lo tengo yo tan claro. Por otra parte, si un menor (un niño, que nunca miente) te denuncia y dice cualquier cosa de ti: eres arrestado. ¿Somos todos iguales ante la ley? No.

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