lunes, 19 de enero de 2009

Wilde, Salomé

Escribe Oscar Wilde en su Salomé, que leo traducido por Pere Gimferrer:

Salomé a Iokanaán:

Sólo te amo a ti. Estoy sedienta de tu belleza.

Estoy hambrienta de tu cuerpo.

Ni el vino ni la fruta pueden calmar mi deseo.

¿Qué será de mí ahora, Iokanaán?

Ni los ríos ni los océanos podrían extinguir mi pasión.

Yo era una princesa y tú me desdeñaste.

Yo era una virgen y tú me desfloraste.

Yo era casta y tú inflamaste mis venas…

¡Ah! ¿Por qué no me miraste, Iokanaán?

Si me hubieras mirado, me habrías amado.

Sé que me habrías amado, y el misterio

Del amor es más profundo que el misterio de la muerte.

Sólo debemos mirar el amor.

(…)

¡Ah! He besado tu boca, Iokanaán,

he besado tu boca. Tus labios tenían

un amargo sabor. ¿Era el sabor de la sangre?

Tal vez era el sabor del amor.

Dicen que el sabor del amor es amargo.

Pero ¿qué importa? ¿Qué importa?

He besado tu boca, Iokanaán, he besado tu boca.

Dice Herodes: (Volviéndose y viendo a Salomé)

Matad a esa mujer

(Previamente había dicho Salomé a Herodes)

Quiero que me traigan inmediatamente

en una bandeja de plata…

(Herodes)

¿En una bandeja de plata? Desde luego,

no faltaría más, en una bandeja de plata.

¿Verdad que es encantadora?

(Salomé)

La cabeza de Iokanaán.

2 comentarios:

Ovidio redivivo dijo...

¿Has escuchado esto con música de Richard Strauss? Es escalofriante...

Ó dijo...

Lo colgué porque lo leí y me pareció muy cruel. Voy a probar con Strauss, como tu dices: ya te contaré.