lunes, 26 de enero de 2009

Chocolate: 2, 60

No sabíamos qué hacer durante una tarde de febrero: la de hoy. Nos debatíamos entre ir a la biblioteca o cenar. Yo había comido unicamente un triste bocadillo y mi acompañante no había ingerido nada puesto que había tenido un examen a la hora del postalmuerzo. Decidimos lo que todos los estereotipados españoles: ir a tomar un café y gozar de una tapa. Por gracia divina el café de mi acompañante se transformó en chocolate. Muchas veces la critiqué alegando para ello que se manifestaba demasiado a menudo su constatada locura. Hay veces que esa saludable demencia gusta. Hay veces que tiene mucho mérito su encanto especial. Su chocolate hizo que hoy fuera una tarde de esas. Hablamos de mucho. Pero haciendo un simil con algo que nos dijimos: no importa la cantidad; sino el modo, el que hablasemos bien. Es de las que cuando coge confianza, y no antes, no calla. Podría recitar entera una de sus clases matutinas. Hoy lo hizo, como no, y yo la escuche oscilando entre la atención, el entusiasmo y el desencanto. Me desilusionó que se terminase el trimestre y su asignatura favorita: ¿nunca me va a hablar más de ella? ¡Era tan interesante lo que contaba que ahora, sólo ahora, me da un poco de pena! Me contó que su profesor había dicho que lo que más busca la gente en internet es información sobre sexo. Y que lo hace en supuesta individualidad. Pero, se pregunta el profesor, ¿el sexo no es algo social como para que lo busquemos uno por uno? Al menos, en mi mente, suele ser cosa de dos (aunque el psicoanálisis seguro que tiene algo que decir al respecto). No cabe duda de que existe un goce personal, pero en ese goce subsiste la idea de relacionarse con otros, de entablar contacto, también hay algo de rol social, de prestigio incluso en ello. El sexo es cosa de un animal político y social, como bien dijo Aristóteles y recordó el profesor de mi acompañante. Deberíamos cuestionarnos un poco más la idea de la "individualidad" en nuestra civilización occidental: quizás necesite retoques dada nuestra naturaleza. No podemos aprender solo para nosotros mismos, no tendría sentido. Tampoco lo tiene para mi, por lo tanto, la idea del "intelectual huraño": no serviría de nada. (Aquí me parece que está presente lo que algunos llaman pragmática, y por cierto que "pragmatí" en griego es un adverbio que significa "en realidad"). El ser humano debe evolucionar en grupo. Creo que también disertamos acerca de las compresibles rencillas entre cristianos ortodoxos y católicos. Le dije a mi acompañante que quizás se debiesen éstas a que cuando los turcos conquistaron Constantinopla en 1453, que era la capital del Imperio Romano de Oriente, los mandatarios pidieron ayuda a Roma, pero el papado y los dirigentes del Imperio Occidental se negaron a prestar su ayuda a menos que Constantinopla y todo su entorno se convertiesen al completo al catolicismo. Evidentemente se negaron y Constantinopla fue tomada. Todo el saber griego pasó a Italia y Francia (Renacimiento) y también en parte a Moscú. Por eso hubo quien llamó a Moscú la "Segunda Roma". Invité al café a mi acompañante. Cuando se enteró de que el chocolate que habíamos estado criticando debido a que estaba compuesto de agua un tanto desnatada, me había salido por dos euros sesenta me contempló con pena y me dijo: "espera que te lo pago". Es porque sabe como soy, aunque el chocolate tampoco era tan caro. No me gusta derrochar demasiado el dinero pero tampoco creo que eso tenga mucho que ver con la tacañería. Será que somos estudiantes...

No hay comentarios: