El otro me recomendaron leer a Emilio Lledó. No me decepcionó. Pedí un libro de la facultad de Filosofía. Se trata de un compendio de artículos, unos aparecidos en prensa, otros no. En el artículo “El pensamiento filosófico y las ideologías” hay una parte sobre el lenguaje que me gustó: actúa Lledó como profeta:
La investigación sobre el lenguaje será fecunda, no sólo como una vuelta a los textos, casi únicos testigos del pasado, sino porque el lenguaje, además de ser la biografía del hombre y de su lucha por apoderarse del mundo y entenderlo, es, en el presente, el vínculo más estrecho de comunicación. A través del lenguaje, se conocen los hombres; pero también se enajenan, se engañan, se violentan y se maltratan. Precisamente el ataque masivo de los medios de información sobre la conciencia individual nunca ha sido tan grande, pero nunca como ahora, a pesar de las facilidades técnicas para expresarse, ha estado el hombre tan silencioso y tan inerme. El análisis científico del lenguaje, en todas sus manifestaciones y usos, será un elemento esencial en la cultura del presente y de un largo futuro. Tal vez, la única defensa contra la barbarie. Porque el lenguaje es, según la definición de Aristóteles aquello que levanta al hombre de su contexto animal: “El hombre es un animal que tiene logos” Pero la segunda gran definición aristotélica es que “el hombre es un animal político”, que se desenvuelve exclusivamente en el esquema de la sociedad. Por consiguiente el Logos, el lenguaje no es un mero instrumento de comunicación, sino que crece y alienta entre las estructuras sociales, en la convivencia del hombre con el mundo creado por él, y con los otros hombres. Inundados por el lenguaje que hoy se nos habla, por las alternativas que hoy se nos fabrican, comprendemos con claridad la lección del filósofo griego y la respuesta que, con su análisis del lenguaje en el Organon fue el primero en ofrecernos.
La investigación sobre el lenguaje será fecunda, no sólo como una vuelta a los textos, casi únicos testigos del pasado, sino porque el lenguaje, además de ser la biografía del hombre y de su lucha por apoderarse del mundo y entenderlo, es, en el presente, el vínculo más estrecho de comunicación. A través del lenguaje, se conocen los hombres; pero también se enajenan, se engañan, se violentan y se maltratan. Precisamente el ataque masivo de los medios de información sobre la conciencia individual nunca ha sido tan grande, pero nunca como ahora, a pesar de las facilidades técnicas para expresarse, ha estado el hombre tan silencioso y tan inerme. El análisis científico del lenguaje, en todas sus manifestaciones y usos, será un elemento esencial en la cultura del presente y de un largo futuro. Tal vez, la única defensa contra la barbarie. Porque el lenguaje es, según la definición de Aristóteles aquello que levanta al hombre de su contexto animal: “El hombre es un animal que tiene logos” Pero la segunda gran definición aristotélica es que “el hombre es un animal político”, que se desenvuelve exclusivamente en el esquema de la sociedad. Por consiguiente el Logos, el lenguaje no es un mero instrumento de comunicación, sino que crece y alienta entre las estructuras sociales, en la convivencia del hombre con el mundo creado por él, y con los otros hombres. Inundados por el lenguaje que hoy se nos habla, por las alternativas que hoy se nos fabrican, comprendemos con claridad la lección del filósofo griego y la respuesta que, con su análisis del lenguaje en el Organon fue el primero en ofrecernos.
Mi profesor de Textos Latinos me vio con el libro y me dijo que era un filósofo muy reconocido pero que era de los radicales antisistema que actúan desde dentro de este. Yo no lo veo mal en absoluto: si quieres cambiar algo has de hacerlo desde dentro. Para caernos bien a los estudiantes tiene un artículo en contra de los exámenes, y parece que tiene razón: recomiendo a todos aquellos que hayan perdido alguna vez los nervios con un examen, que lo lean entero: La carga de los exámenes. Apareció este texto en El País, 1, VII, 1982, al cerrarse el llamado período de Exámenes. Aquí va su conclusión:
Otro de los grandes escollos de la vida universitaria y de todo nuestro sistema educativo es el examen. Pro supuesto que si al acabar los estudios ha e darse un título profesional es evidente que el Estado tenga que controlar el nivel de sus aspirantes. Pero ello no quiere decir que, como ocurre frecuentemente, los universitarios preparen exámenes. Los exámenes no se preparan. Lo que se prepara o se debiera preparar es el conocimiento de una materia, de un saber. El examen es, pues, un paso subsidiario, marginal, en el que sin prisas, sin formalismo, sin la obligación de memorizar datos insustanciales el universitario pudiese, como pasa en la mayoría de las universidades extranjeras, poner a prueba su madurez. Proyectados hacia estos períodos febriles que, febriles que, en junio o septiembre, angustian a nuestros estudiantes, nada más inútil que ese saber memorístico, manualesco, convertido en fórmulas que sólo sirven para pasar la disparatada liturgia examinadora. Una juventud filtrada a lo largo de los cinco cursos de universidad y de los diez o doce de enseñanza primaria y media acaba maltratando su mente, sus ilusiones y pensando que el apasionante mundo del saber y de la ciencia es ese horroroso organismo de mediocridad, falso pragmatismo e ignorancia que, como manifiesto, ha frustrado durante siglos nuestras mejores posibilidades intelectuales.
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