martes, 13 de octubre de 2009

De Guatemala a Guate...

La posmodernidad no distingue ironía de humor. Siempre me llamó la atención esta frase. También la llamada transvanguardia italiana: Francisco Clemente.


A finales de los años setenta parecía que las Neovanguardias, con sus nuevas maneras de expresión con trabajos en la Naturaleza, materiales industriales, o con sus incipientes medios informáticos, habían barrido del mapa del arte a los históricos soportes y a los clasicos conceptos del arte. Pero no, en este contexto de Neovanguardias que seguían aun incluidas en la Modernidad se empieza a percibir un deseo de regreso a las técnicas y conceptos, según algunos, más tradicionales del arte. La revisión ideológica está vinculada a un fenómeno mucho más amplio que abarca, ahora con los 80, cuerpo y fuerza: se trata de la Posmodernidad. Primero se cuestionan las ideas defendidas por las Vanguardias Históricas: “la fé en el progreso y la razón como vías de construcción de un mundo mejor”. Después niegan los dogmas y defienden la libertad individual, el eclecticismo creativo, la vuelta a la tradición, se rechaza la separación entre arte culta y popular, y sobre todo defienden la superioridad creativa de la emoción sobre la razón. Se retorna al sentimiento como motor de creación artística. La transvanguardia italiana fue una de las primeras manifestaciones plásticas de la Posmodernidad. Su coordinador y estructurador es el ideólogo Achile Bonito Oliva. Fue fundamental en el último arte del XX. Devolvió a Italia y a Europa la primacía del arte internacional que estaba en EEUU. De acuerdo en romper con el arte que todavía estaba vigente, el de las vanguardias. Pero ¿por qué tanto romanticismo, sentimiento y emoción?

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