martes, 13 de octubre de 2009

Pintura y prejuicios

A veces ocurre que los comentarios dogmáticos, estereotipados y prejuiciosos que la mayoría escupimos de vez en cuando (y que quizás en pequeñas dosis incluso sean saludables), se escuchan con inusitada frecuencia en muchos museos llegando a límites insospechados que pueden inducir a estropearle la visita al de al lado. La última vez que me ocurrió (me refiero al mezquino placer de ser el receptor de tales juicios) pensé en hacer esta entrada sobre la pintura, puesto que la agudo y afilado dictamen pronunciado en tono irónicamente reflexivo versaba sobre esta disciplina artística. (Olé, conseguí acabar la frase). Mi propósito no es, ni mucho menos, dictar o postular unos principios comunes que permitan el análisis de todos los componentes pictóricos, pues el papel de la pintura, como el de toda obra de arte, es muy variado a lo largo de la Historia. En cambio, creo que hipotéticamente si puede ser jugosa, la entrada, para las personas con demasiados prejuicios artísticos: creo que mis palabras van dirigida a todo aquel que irracionalmente desdeña por doquier el arte religioso del medioevo o que le parece deslumbrante cualquier cosa cercana a una determinada etapa de la historia normalmente rompedora y bien valorada por la masa actual (esto son cosas que cambian): Renacimiento, quizás Impresionismo. El primer paso, quizás el paso previo, al análisis, exhaustivo o no, de cualquier pintura podría ser la precisa determinación de cómo ha sido ejecutada. La técnica es primordial a la hora de conseguir determinados acabados o texturas y colores. Así, los tubos de colores, fabricados industrialmente, con pigmentos que producen resultados muy estridentes, son esenciales para la comprensión del movimiento impresionista. Con respecto a la iconografía podríamos decir que toda pintura, dicen que incluso las más abstractas, tienen un motivo. Pero no creo que la esencia de la pintura resida en la representación de ese motivo concreto, que podría repetirse, de modos completamente distintos en épocas diversas, y por supuesto, resulta incomprensible si no se vincula a un determinado contexto cultural mediante un ejercicio importantísimo de carácter hermenéutico. Las grandes culturas desarrollaron una iconografía relativa a su panteón de dioses: en Occidente, por ejemplo, son frecuentes los temas extraídos de la mitología grecorromana, así como los de uno de los libros de viajes más bonitos de la Historia, la Biblia. Están presentes en las representaciones los temas históricos, pasados o contemporáneos. Por último, esencialmente, nos quedan las alegorías y los temas literarios. En otra dirección se encuentran los cuadros que recogen anécdotas más o menos intrascendentes de la vida cotidiana, (éstos se denominan cuadros de género) y el retrato en general, para el que es muy interesante conocer la identidad del personaje. El paisaje, las vistas arquitectónicas y las naturalezas muertas o bodegones podrían ser incluidos en un carril contiguo , paralelo, al menos cercano, y siempre en esta dirección. Quizás desde el Realismo, quien acabó con la jerarquía de los asuntos, el tema pictórico ha de tratarse de forma un tanto diferente, pero no por ello debe, en ningún caso, despreciarse. La pintura como disciplina artística específica tiene un determinado lenguaje. Para intentar comprenderla habría que tener unas mínimas nociones de su gramática:

*El volumen: aunque la pintura es bidimensional, las figuras pueden sugerir corporeidad gracias al claroscuro.
*La línea: permite reconocer unas determinadas formas: hay pinturas dibujadas con un trazo firme y cerrado, que quizas revelan una intención descriptiva. Otras en cambio poseen un trazo más abocetado y abierto lo que se interpreta con la imaginación o franqueza. La línea puede generar una estructura independiente o combinarse con otros elementos como el color.
*El color: este quizás sea elemento que más define una pintura. Existen grandes y diversas clasificaciones de colores. Debe tenerse en cuenta el color en relación con otros elementos de la obra.
*El espacio: en la pintura occidental, desde el Renacimiento a través de la perspectiva, de manera que la pintura se convierte en una especie de ventana que se abre a un determinado espacio imaginario. Pero, además fuera de esos límites cronológicos, así como en otras culturas hay formas distintas de sugerir el espacio, ya sea por procedimientos simbólicos, como en el arte medieval o mediante la superposición de planos, como en el cubismo (Juan Gris, Violín y Guitarra).


*La luz: recuerdo haber aprendido tres formas de iluminación posibles: la uniforme, que se distribuye por igual en todas las partes del cuadro: la dirigida, que sirve para destacar con mayor intensidad unas partes que otras, generando tensiones expresivas y dinámicas: y la que se relaciona con los planos de color, cuyos orígenes están en la pintura moderna.
*La composición: por último y para cerrar los rasgos formales la composición se refiere al orden armonioso de los elementos del cuadro. Existen composiciones cerradas, centradas en el cuadro, o abiertas, las que se expanden hacia los extremos y no convergen en el punto medio. Suelen distinguirse con facilidad esquemas compositivos (triángulos o diagonales) y líneas de fuerza, centrífuga o centrípeta, que tienden a sugerir movimiento o estabilidad.


Ahora, dejando al margen las formalidades, hay que destacar los aspectos que la gente considera más puramente estéticos, simbólicos y sociales. Tras la valoración pseudobjectiva de los aspectos anteriores podríamos pasar, por lo tanto, a un análisis de carácter más histórico-artístico. Podríamos inscribir o adscribir la obra en una corriente determinada ya que, salvo excepciones que ahora no se me ocurren, responde a un determinado gusto de una determinada época. Debemos atender asimismo a su función ya que un cuadro o imagen constituye un objeto cultural que tuvo en su tiempo, el que sea, un determinado papel personal o social. Toda pintura posee un significado histórico y como todo lenguaje artístico, siempre pueden existir más significados que los meramente derivados de su forma o tema. Las ideas abstractas que tan de moda estánban en 1920 (y que siguen estando) por ejemplo.

Hoy casi consigo, aunque soy consciente de que no se puede, ser imparcial.

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