lunes, 5 de octubre de 2009

Pequeño David en Londres

Recuerdo que un día que caminaba sin compañía por Londres me topé con una reproducción del David de Miguel Ángel. Fue realmente una casualidad por que había aludido a este autor el día anterior en una alterada conversación acerca de la “ontología del arte”. El David original, y no la diminuta representación londinense, fue levantado, creo recordar, con mármol de Carrara. Esto significaba algo que ya no recuerdo. Miguel Ángel tardo sólo cinco años en realizarla. Desde el 1501 hasta el 1506. Presidía la plaza de la Signora. Se suele decir que en la concepción final de su escultura tuvo mucho que ver su estancia en Roma y sobre todo el estudio de las colecciones de los Médicis. En la obra el escultor reutilizó un bloque de mármol excesivamente plano. Este hecho condicionó el resultado final y le impidió darle más profundidad.

La escultura tiene unas dimensiones realmente grandiosas, lo que rompe con la imagen normal de David como un niño de pequeño tamaño. El trabajo de la anatomía y el desnudo transmiten la fuerza espiritual del personaje que tiene un gesto sereno pero a la vez profundo y dramático. Lo llaman terribilitá. Yo creo que esta realmente concentrado, a punto de entrar en acción. Sostiene, apretada, una piedra con su diestra. La figura, antes de lanzar su honda contra el gigante, se representa con unas extremidades poderosas pero en una composición cerrada con los brazos replegados hacia el tronco. Todo el cuerpo están en tensión y los detalles anatómicos están llenos de vida. La escultura fue concebida, en realidad, para convertirse en un monumento público. Las artes se integran en el Renacimiento dentro del mobiliario urbano, dentro del diseño urbano renacentista. Es una alegoría de la victoria del pueblo sobre la tiranía. Supongo que escribo esto porque su faz transmite una gran dosis de seguridad. Acertará en su lanzamiento. Para contrastar no hay más que ver el David de Donatello. Además, su colocación en la plaza de la Signora coincidió con un momentáneo exilio de los Médicis, cuando Florencia era gobernada por una república ciudadana. David, observador.

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